Corpus Christi; Dios con nosotros; rodillas en tierra

25/06/19 Cofrademanía A. Cañadas

Y pasó el Corpus un año más. Volvió a salir la procesión de la Catedral, de nuevo con la colaboración importante de la cofradía de la Clemencia, y con una masiva presencia de acólitos repartidos por el cortejo, y colorín colorado, hasta el año que viene, para la mayoría de los participantes y espectadores. Ahora, tocará otra vez -con permiso de las procesiones eucarísticas que aún restan por celebrarse hasta el próximo día 7 de julio- olvidarse del Sagrario y de su morador, y la vida cofradiera seguirá corriendo tranquilamente, mientras las Horas Santas seguirán siendo un reducto para siete u ocho, y las Adoraciones al Santísimo brillarán por las ausencias, y no por lo contrario.

Es lo que hay. No se cree en el Señor desnudo. En la Sagrada Forma que cobija al Dios Verdadero al que todos decimos amar por encima de todas las cosas. Incierto. Confesamos una religión que se sostiene en un ajusticiado en la Cruz hace 2.000 años, pero no somos capaces de encontrar media hora a la semana para certificarlo cada domingo, comulgando y renovando así nuestra creencia firme y cierta. Para nada.

Las rodillas volvieron a no doblarse al paso de la Custodia el pasado día 23. La elevación de Cristo en el presbiterio de la Catedral al término de la procesión, fue rodeada de jóvenes todos de pie. Ninguno fue capaz de humillarse ante Él. Y tampoco hubo nadie por allí cerca que diese la orden de irse todos al suelo. ¿Para qué, verdad? ¿Acaso importa? 

Y es que ahí es donde está el problema. En la falta de educación Sacramental. En el vacío inmenso que supone ver una vez tras otra, cómo se abren las puertas de los templos, y los fieles caminan a visitar a los Santos y a los Cristos… y a las Vírgenes, y no al Sagrario. En lo rápido que se suceden las estaciones Eucarísticas cuando toca culto al Santísimo, y en la pereza que supone rezar cinco ‘padrenuestros’ y cinco ‘avemarías’, quedando todo en uno sólo… y gracias.

Dicen que los símbolos no son lo importante. Que la sustancia de las cosas está en el fondo, y no en la superficie. Correcto. Así es. Pero tampoco es menos cierto que la liturgia fue creada en su día -entre otras cosas- para dar solemnidad a los actos. Para lucir la magnificencia de Dios Todopoderoso, desde las pequeñas cosas hasta las más grandes. Todo por Él, y para Él. Todo siempre poco... cuando se trata de Él, creador y dador de Vida. De toda la Vida, y también de nuestras vidas. ¿Acaso caben regateos de minutos, de obras, o de rezos?

Pasó el Corpus un año más. Una fiesta alegre en las vísperas. Una Solemnidad triste para quien fue a la procesión, sólo porque lo indican los Estatutos de su cofradía. Ese es el error. Al Corpus hay que ir con alegría. Con ganas de acompañar a Dios por nuestras calles. Pero claro. Si luego, durante el año, no se sabe estar con Él algún ratillo.. ¿qué sentido tiene todo esto?

Por cierto, la procesión, bien. Como siempre. En su estilo. Poca gente al comienzo, bastante público entre Plaza Aarenal y Plaza de la Yerba, algo menos en la Plaza de la Asunción, y nadie en el Arroyo, antes de subir a la Catedral, donde esperaban los niños de Comunión, mientras algunos comenzaban a escribir en las redes sobre las ausencias de una cita, en la que -curiosamente- los primeros que estaban faltando eran quienes escribían desde el regreso de sus playas, por lo que otros les iban contando. Jerez.

Afortunadamente, Dios es tan Grande, que todos cabemos bajo su Amparo y su Magisterio.

 

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