''La crónica más difícil'' por Álvaro Ojeda

14/05/19 Cofrademanía Álvaro Ojeda

Todos sabían de mis miedos para La Concha el otro día. Cuando algo está en juego y no lo controlo, es algo que me desquicia hasta limites insospechados. Sé perfectamente lo que es un atril, tanto en modo presentación como en modo pregonero. Impone, sacude y exprime, cuerpo y mente. No solo es leer; es templar, jugar con los tiempos, reponerte de las 'cagadas'... eliminar los tembleques, y meter al público con interpretación, cuando baja la exposición (le pasa a los mejores) de lo que estás trasmitiendo.

Mi hermana Lorena debutaba en el segundo pregón más importante de la ciudad, después del de la Semana Santa, sin haber pasado por atriles de categorías inferiores, algo así como quien sube al primer equipo para jugar una final siendo un chaval de la cantera. De la pregonera sabíamos que cantaba, sin nervios... y ante el publico, cuando el corazón se lo pedía en pequeñas reuniones, pero no es lo mismo un entrenamientos que un partido.

Y llegó el 'Vicente del Bosque' de la Hermandad del Rocio, hombre de cantera y de gente de la casa. Cuarto pregonero inexperto y creo... que cuarto acierto. También es normal; si de los cuatro, tres son de 'Los Judíos'... la apuesta no puede salir mal. Bromas aparte, el susurro o corazonada de Raúl, creo que surtió efecto. Se llenó el estadio y comenzó el lío.

Antes, Antonio Ojeda, su padre, pregonó a su abuela y a su mujer, a las que dibujó sentadas en la primera fila, entre una prosa y un verso que dejó paso a un Coro de la Hermandad de Jerez, que le apretó los tornillos a La Concha hasta escuchar el rechinar de los hierros de Eiffel. Todo sonaba a años 80, desde la voz de Antonio, a las tonás del Coro. Magia.

Le toca a la pregonera, se sube y dos pastas de La Carbonera coinciden entre las andanas de González Byass dieciocho años después de que Gallardo presentara a su presentador. Besos y abrazos, el relevo se produce. Comienza todo. Me siento en un tronco, te hablo, te miro, te revuelvo el alma, te canto... y aquí empieza mi Pregón. Primer tiro a puerta, Gol.

La Concha se sorprende, aplaude y sabe que aquello puede ir bien. ¡Muy bien! como grité aliviado en la primera fila sabiendo que habíamos (porque allí jugabamos la familia entera) realizado lo más difícil, el comienzo. Impecable. Luego se fue Porvera arriba recogiendo Vírgenes a su paso, haciendo un guiño a la Semana Santa. Me emocionó, que alguien que no está contaminada por este mundillo, hablara con tanta blancura de las dueñas de ese recorrido en una pasada, con guiño incluido a su Cristo que no pudo llegar a tiempo al relato, pero al que fue a ver dos días antes. De ahí al Sanatorio, espejo de la vida. Escalofrio.

Entre sevillanas y relatos, nos fue llevando de la mano cronológicamente por el Coto. Tal vez, los momentos donde el Pregón bajó un poco de intensidad, ya que la gente seguía saboreando el buen inicio de los versos del principio, y esperando que llegaran más de ese nivel. En ese momento, invitación de la pregonera al que suscribe. Sorpresa en la Real Bodega, donde dos hermanos homenajean a los mayores de la hermandad, e intentan hacerle un guiño al zarzaneo gallardiano que tanto comentaron cuando todavía eran unos jóvenes, y aún no imaginaban lo que sucedería quince años más tarde.

Y de ahí en adelante, hasta el Rocío. Donde la pregonera, de madre a madre, le habla a la Virgen como hace años que no se le hablaba a la advocación del Rocío desde el atril de González Byass. La pregonera, sin reprocharle nada de lo que podría haber evitado, le habla de sus desdichas, de sus suertes, y de sus razones para creer. Lorena se deshace, remonta y se eleva, se agarra al verso, se sumerge en la prosa, se ahoga en la pena y se salva en las que la cuidaron de niña, incluida la Señora. 

Sin tiempo para dar libertad al suspiro, sigue con el relato y se agarra a las pastas para no perder lo pocos papeles que le quedan en el alma, y seguir contando todo aquello ante un publico que ya no sabia donde meterse para que nadie les viera llorando. Sin duda, lo mejor del Pregón del Rocio de 2019; una autentica barbaridad que se llevaron para casa cuantos estaban allí. Y si eso ocurre...

Y sonó Señora, como si la aguja de un tocadiscos rayara las entrañas de los vinilos de Senador en la salitas de nuestras casas. A continuación, le habló a su presentador, al que le puso por delante a un nieto que se sentirá orgulloso de ese abuelo cuando todo se lo lleve el viento. Para morirse tranquilo, vamos. 

De esta forma, poco a poco, se fue cerrando la linea del tiempo, aquella que se abría por 2001, y que será la Virgen la que decida si se abre otra vez, abrochando  con una sonrisa socarrona de la Pregonera, que motivaba esa voz que te dice por dentro " listo, dos folios y todo ha terminado; disfruta lo que queda. ¿A que ha estado bien?"

Y así terminó todo, con Lorena, esa niña que nunca pensó ser pregonera, pero que en la intimad siempre repetía como un mantra el romance de Moure del torno de Santa Rita, o el comienzo de aquel cierre de "Nostalgia" que su hermano hizo para rematar un programa de radio, a finales de los noventa. Sin duda, un Pregón notable, sin estridencias, que siempre navegó bien por las aguas de la mesura y de la voz tenue, que arañó muchas cosas por dentro, y que estuvo por encima de lo que todo el mundo esperaba. 

Una pregonera, que si su condición cofrade fuera igual de intensa que la rociera, después de lo escuchado el sábado, podríamos estar hablando de otros hitos para un futuro. 

Enhorabuena.

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