''El Rincón de 'El Mera''' por Jose A. Jiménez

En Cristina Nº 9, existía donde hoy reposan los restos de muchos hermanos/as de Jesús, un rincón llamado 'El Rincón del Mera'. Allí donde 'La Ina' en punto era hora sagrada, y donde hoy preside el imponente Cristo de la Buena Muerte el columbario en el que descansan muchos devotos de Jesús. Es curioso que justo allí esté el columbario, que hizo desaparecer una sacristía tan coqueta como histórica, justo allí donde la vida de hermandad tenia a un grupo joven pionero y comprometido con las obras sociales.

En ese 'Rincón de El Mera' colgaban fotos en sepia; allí se hablaba de Semana Santa, flamenco y toros. Allí donde Salvador, el Sacristán, escribía con caligrafía insuperable sobre cajas de cera para el cuarto, donde debajo de una manta estaba 'Marquillo', cuando era negro…; siempre lo fue durante siglos. Aquel 'Cuarto de la Cera' era para los niños un lugar encantado, donde la escalera hacia el camarín del retablo se presentaba tan misteriosa como tentadora a subir. Algún que otro cráneo nos servía de juego, de esos que afloraron junto a multitud de restos óseos tras las obras de la capilla, que rescataron enterramientos del antiguo Hospital.

En ese 'Rincón de El Mera' existían instantáneas de la siempre intensa vida social de una hermandad cuya historia va en paralelo con la cultura de Jerez. Una foto de Rafael de Paula, por ejemplo, entregando un vestido verde y oro para la Virgen del Traspaso, era un buen ejemplo de ello. El genial torero del barrio de Santiago, que tiene al Prendimiento presidiendo su altar devocional, también tiene su latido morado. Un sentir heredado de su madre, Tomasa Moreno Monge, que incluso al fallecer, fue vestida con el 'hábito' para subir al Cielo. Ese 'hábito' nazareno, que visten aún muchas mujeres jerezanas, en señal de promesa. Mujeres que le hablan al azulejo, llegando a mantener conversaciones tan familiares como coloquiales. La 'Cultura de la Sangre', heredada de generación en generación, que data de las raíces de un pueblo.

Con estas breves líneas quiero recordar aquel lugar lleno de rancio abolengo, donde se guardaban las antiguas almohadillas en un banco, almohadillas duras como piedras, y donde estaban las fotos que inmortalizaban a los que había tanto que agradecer; donde 'El Nono' jugaba al dominó, 'El Reolina' limpiaba con gasolina los varales, y donde se apilaban los cientos y cientos de faroles que cada 'Noche de Jesús' acompañaban al Nazareno de Jerez. (El escudo de la ciudad se puede apreciar en la trasera del misterio de Pérez Calvo).

'El Mera', padre e hijo, eran incasables trabajadores por y para su hermandad en unos tiempos con menos protagonismos en los medios, donde la saeta brotaba espontanea en la noche que se ponían las flores, cuando se echaba el Miércoles Santo. En la 'última chicotá', que se daba en la cancela cada noche, a modo de puntilla de interminables tertulias, oí a Pepe Mera decir aquello de; “la Semana Santa empieza el Martes Santo con los Judíos” y es que entonces aprendí, que aquel palio del que hablaban, era el 'El Palio'.

Los tiempos cambian, Jesús, entonces, navegaba más que caminar; ya no lo hace, como no deja de hacerlo 'El Cristo'… cuando es llevado sin marcar el paso, sin rachear, que es la tradición de siglos y siglos de historia. En eso está de acuerdo mi compañero de clase de los Marianistas, un amigo de toda la vida llamado Jose Manuel Garcia Cordero. y es que mientras los demás jugaban al futbol en el recreo, nosotros con los libros de Semana Santa… y el Berraquero diciendo que había que vestirse en la Vera-Cruz.

Hoy día, ese 'Rincón de El Mera' es solo un recuerdo, donde me temo, empieza a habitar el olvido…