Hoy hace 89 años, que llegó la Esperanza a la Plazuela...

14/12/17 Cofrademanía A. Cañadas

''...Rafael, María del Carmen, Paquita, Beatriz, Esperanza de la Yedra, Conchita, Mercedes, Julia.. y Alfonso. Son, los nueve hijos del matrimonio formado en su día por Rafael Caballero González, y por Beatriz Moreno González. Él, -final de los años veinte- trabajador de Domecq, y sacristán de la Ermita de la Yedra. Ella, la primera y casi única santera, que tuvo el templo. Una pareja joven, valiente y decidida, que comenzó a labrar su vida desde los viejos muros existentes, al final de la calle Sol.

Tiempos duros, difíciles; complicados para ellos y para la nación, y tumultuosos hasta más no poder, para quienes desde la Iglesia, veían llegar, no siempre con buen son, los revoltosos años de la República.

Entrando en la capilla, a la derecha, junto a la escalera de caracol, un pequeño servicio. Arriba, la cocina, una mesa y unas sillas, y al fondo, a la espalda del camarín, la habitación con las camas que se podía.. y la salida hacia la azotea. Y ya está. Ya no había más. Así era la vivienda donde empezaban a criarse unos niños, mientras iban naciendo otros. Hasta tres lo hicieron allí, antes de que unas causas y otras, obligaran a la búsqueda de nuevo destino.

De Rafael sabemos, que fue quien compró la imagen dolorosa que Francisca Sánchez, ‘La Lebrijana’, tenía expuesta en la puerta de su vieja trapería de la calle Empedrada.

De Beatriz sabemos, que fue la primera compañera que tuvo la imagen, bautizada ésta, desde su llegada a la ermita en 1928, como ‘Esperanza, Gracia de la Yedra’. Beatriz era quien le cuidaba la ropa, quien mimaba sus altares.. y quien le daba los buenos días desde la ventana de su habitación, cuando amanecían las horas por las Puertas del Sol.

De Beatriz sabemos también, que cuando llegaban avisos de gritos y carreras por el barrio, cogía a la Virgen y a sus hijos, y se marchaba a guardarla bajo la cama de la abuela Paqui, a la vieja casa del Arroyo, número 38. Luego, pasados los sustos, otra vez a la maleta.. y otra vez a La Plazuela.

De Rafael sabemos, que fue agredido en cierta ocasión, quizás por todo aquello. No le importó. Él, lo hacía todo por aquella Esperanza cautivadora que le tenía arrebatada el alma, la Esperanza que fue capaz de poner de acuerdo a los vecinos, para pagar ‘a chica’ su compra por trescientas pesetas.. luego rebajadas a doscientas cincuenta, gracias a la mediación del párroco de San Miguel, don Juan Ortiz Zamudio..

También sabemos de Rafael, que en todo esto, tuvo como aliados, al practicante, y al zapatero, y algo más tarde.. al bueno del ‘Padre Lechuga’. También sabemos que todos los que le conocieron, siempre supieron de su infinito amor por aquella imagen; de su eterno amor.. de su inquebrantable amor.. tanto.. que nadie dudó nunca, de que sin él.. quizás no hubiese Esperanza.. donde hoy la hay..

Beatriz sabe que algo pasa,
pero por no molestar..
..no se atreve a preguntar
si algún problema, traspasa
los muros de aquella casa,
donde vive.. con su gente.

Lo ha notado.. diferente,
y no es así su marido.
Por eso.. no le ha insistido.
Quizás luego se lo cuente.

 

Rafael, no sabe cómo
contar lo que le preocupa,
ni lo que su mente ocupa.
Él.. no tiene tanto aplomo.

Sabe que, ni por asomo,
puede pagar lo que piden.
Será mejor.. que la olviden.
Así que.. por la mañana,
le dirá a ‘La Lebrijana’,
busca otros que la cuiden”.

 

Mentirosa reflexión.
Él sabe que no es así,
y lo sabe, porque aquí,
nunca manda la razón.

Él sabe, que la emoción,
siempre le puede, y lo ciega,
y aunque.. mil veces lo niega,
pasa una y otra vez,
mirando.. con timidez,
al volver de la bodega.

 

Y allí está Ella. Silente..
Madre sencilla y serena..
que todo lo puede y llena,
desde su rostro clemente.

Allí esta.. discretamente,

con un pañuelo en sus manos
que sabe de sus arcanos..
y en el rincón más tranquilo..
..la Virgen, que en el ‘Asilo’,
hablaba con los ancianos.

 

¿Qué leyenda va contigo?
¿Qué poder tienen tus ojos,
para fundir los cerrojos,
de este corazón mendigo?”

No puedo ser el abrigo
que dé cobijo a tu llanto,
ni tampoco, ser el manto,
de tu alma embrujadora..
..y aunque pudiera, Señora..
..no sé cómo darte tanto..”

 

Soliloquio, de las crudas
locuras, de un sacristán,
que nunca terminarán..
..si no resuelve estas dudas.

Entonces, buscando ayudas
que dieran forma al hechizo..
al terminar un bautizo,
habló claro Rafael..
..y el cura de San Miguel..
..le dijo, “¡Hazlo!”.. y lo hizo..

 

Y todo, cambió al instante.
Por fin, encontró dinero.
Primero.. del zapatero..
..y luego.. del practicante..

Con la honradez por delante,
-faro de su alma cristiana-
compró esa rosa temprana,
-bendita Virgen María-
que desde entonces sería,
la Esperanza más gitana..

 

Así llegó la más bella,
y así.. la encontró Beatriz.
Ni hubo mujer, más feliz..
..ni hubo más radiante estrella.

La guapa y dulce doncella,
que nos ampara y consuela,
y es la eterna centinela,
que nos cuida.. y cuidará..

..porque Ella siempre será..
¡¡La Reina de La Plazuela!! 

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