Sanlúcar: entre dos aguas

30/07/17 +Jerez Juan Félix Bellido
La magia envuelve al visitante en esta puerta atlántica en la que desembocan las aguas que arrastran las esencias de Andalucía, después de pasar por ciudades tan emblemáticas y tan históricas como son Córdoba y Sevilla, y de bañar las riberas de tantos y tantos pueblos andaluces. Aquí se rompe lo que escribiera Jorge Manrique de los ríos que van a dar a la mar y “que es el morir”. Porque aquí, este río, cuando va a dar a la mar, a este privilegiado Océano, produce una fascinante vida y llena el entorno de riqueza y belleza. El Guadalquivir desemboca en Sanlúcar y hace posible que se abra una puerta de singular hermosura y que a sus orillas se mantenga ese prodigio de la naturaleza que es Doñana. Al otro lado, la orilla marinera, desde Bonanza a Bajo de Guía, en una Sanlúcar que debe a este océano y a este río, su historia, su monumentalidad, sus parajes naturales, su economía y su señorío.               Sanlúcar se degusta paso a paso, caminando por su casco histórico y saboreando fachadas y balcones en las señoriales casas que la pueblan, en los palacios que salpican el barrio alto de la ciudad. Entornos como la Plaza de la Paz, la señera Plaza del Cabildo, la Plaza de San Roque, muy cerca de la Plaza de Abastos, en donde encontramos en abundancia y calidad los frutos marinos de este litoral, y que sus curtidos marineros desembarcan en la lonja de Bonanza. Son las delicias de las mesas sanluqueñas, en donde el langostino se ha convertido en emblema y estrella, y que en esta ciudad podemos degustar en abundancia; y regar, claro está, con un vino que parece creado y cultivado para acompañarlos, la Manzanilla. Un vino transparente y fresco que el viajero podrá saborear a gusto en este privilegiado entorno. Sus bodegas nos descubrirán los secretos de este caldo excepcional de larga historia y sabiduría vitivinícola.               El emporio monumental que aquellos siglos que sucedieron al descubrimiento del Nuevo Mundo y que vieron pasar, una y otra vez, las naves que volvían de América para remontar el río hasta Sevilla, se mantiene vivo en la ciudad. Harán las delicias de los amantes de la arquitectura y del arte. Sus magníficas iglesias y sus palacios están al alcance del visitante que quiera zambullirse en una rica historia. La Basílica de la Virgen de la Caridad, patrona de la ciudad, en el corazón del barrio alto, cuyo trazado está realizado en el siglo XVII por Alonso de Vandelvira, y que los duques de Medina Sidonia patrocinaron, es una muestra del arte de la época. Pero es que Sanlúcar está jalonada de grandes iglesias como la de Santo Domingo, edificio manierista del siglo XVI, la Parroquia de Nuestra Señora de la O, del siglo XIV aunque reformada dos siglos después, que conserva pinturas importantes y que luce una portada gótico-mudejar, o la de San Francisco, el Carmen, el convento de Capuchinos, Madre de Dios, Regina Celi, y un largo etcétera en el que no podemos olvidar la que es la más antigua iglesia del barrio bajo de Sanlúcar, la Trinidad, cuya edificación data del siglo XV. Y algunas otras convertidas hoy en centros culturales y auditorios, como es el caso de la Victoria o de la Merced.               Pero es que si hablamos de edificios civiles no nos quedaremos cortos. El enclave fantástico del Castillo de Santiago –hoy en avanzada reforma- domina la parte alta de la ciudad con una torre del homenaje desde la que la panorámica es fantástica. Se trata de una fortaleza gótica del siglo XV y fue la primera residencia de los Duques de Medina Sidonia. A pocos metros de allí la residencia de los duques que lo sustituyó, el Palacio Ducal de Medina Sidonia, un edificio que comenzó a construirse en el XV. Y a cuyos pies surgen las Covachas, en la cuesta de Belén, de gótico florido y que formó parte de la Puerta del Mar, en la Sanlúcar medieval. El fondo artístico que contiene el Palacio que se levanta sobre ellas es digno de ver, sin olvidar el extraordinario fondo documental que encierra. Hoy, una de sus alas se dedica a Hospedería y nos puede servir de alto en el camino para reponer fuerzas y saborear la paz y el buen gusto en los salones de una cafetería que nos remonta a otras épocas históricas. Cerca de allí encontramos a nuestro paso el palacio neomudéjar de los Infantes de Orleáns y Borbón, hoy habilitado como Ayuntamiento, y que puede visitarse en sus elementos principales. Allí vivieron los Duques de Mompansier y posee unos magníficos jardines que hoy se están habilitando para el uso público, diseñados por Lecolant a quien se deben también los jardines del sevillano Parque de Maria Luisa.               Tomar unas tapas en la Plaza del Cabildo es obligado para el viajero. Allí, como en las calles aledañas, encontrará lo mejor de la gastronomía sanluqueña, una muestra más del buen hacer de los restauradores de esta tierra y que ofrecen en cientos de bares tanto del barrio alto como del barrio bajo. Pero, claro, quedaría coja nuestra visita si no nos acercásemos hasta Bajo de Guía, y allí, frente a Doñana, en esta luminosa orilla, de cargado sabor marinero, no degustásemos los mariscos de estas costas, elaborados con un arte sin igual por los restaurantes y bares que la pueblan. Un homenaje al paladar.               Sanlúcar, entre dos aguas, dulce y salada, que aquí se encuentran en un abrazo de luz y brisas marineras, las que inflaron las velas de las naves que pusieron rumbo al Nuevo Mundo y que dieron vida y futuro a la Sanlúcar de hoy, que ha emprendido decididamente el camino de la modernidad y el desarrollo.
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