La magia envuelve al visitante en esta puerta atlántica en
la que desembocan las aguas que arrastran las esencias de Andalucía, después de
pasar por ciudades tan emblemáticas y tan históricas como son Córdoba y
Sevilla, y de bañar las riberas de tantos y tantos pueblos andaluces. Aquí se
rompe lo que escribiera Jorge Manrique de los ríos que van a dar a la mar y
“que es el morir”. Porque aquí, este río, cuando va a dar a la mar, a este privilegiado
Océano, produce una fascinante vida y llena el entorno de riqueza y belleza. El
Guadalquivir desemboca en Sanlúcar y hace posible que se abra una puerta de
singular hermosura y que a sus orillas se mantenga ese prodigio de la
naturaleza que es Doñana. Al otro lado, la orilla marinera, desde Bonanza a
Bajo de Guía, en una Sanlúcar que debe a este océano y a este río, su historia,
su monumentalidad, sus parajes naturales, su economía y su señorío.
Sanlúcar
se degusta paso a paso, caminando por su casco histórico y saboreando fachadas
y balcones en las señoriales casas que la pueblan, en los palacios que salpican
el barrio alto de la ciudad. Entornos como la Plaza de la Paz, la señera Plaza
del Cabildo, la Plaza de San Roque, muy cerca de la Plaza de Abastos, en donde
encontramos en abundancia y calidad los frutos marinos de este litoral, y que
sus curtidos marineros desembarcan en la lonja de Bonanza. Son las delicias de
las mesas sanluqueñas, en donde el langostino se ha convertido en emblema y estrella,
y que en esta ciudad podemos degustar en abundancia; y regar, claro está, con
un vino que parece creado y cultivado para acompañarlos, la Manzanilla. Un vino
transparente y fresco que el viajero podrá saborear a gusto en este
privilegiado entorno. Sus bodegas nos descubrirán los secretos de este caldo
excepcional de larga historia y sabiduría vitivinícola.
El emporio
monumental que aquellos siglos que sucedieron al descubrimiento del Nuevo Mundo
y que vieron pasar, una y otra vez, las naves que volvían de América para
remontar el río hasta Sevilla, se mantiene vivo en la ciudad. Harán las
delicias de los amantes de la arquitectura y del arte. Sus magníficas iglesias
y sus palacios están al alcance del visitante que quiera zambullirse en una
rica historia. La Basílica de la Virgen de la Caridad, patrona de la ciudad, en
el corazón del barrio alto, cuyo trazado está realizado en el siglo XVII por
Alonso de Vandelvira, y que los duques de Medina Sidonia patrocinaron, es una
muestra del arte de la época. Pero es que Sanlúcar está jalonada de grandes
iglesias como la de Santo Domingo, edificio manierista del siglo XVI, la
Parroquia de Nuestra Señora de la O, del siglo XIV aunque reformada dos siglos
después, que conserva pinturas importantes y que luce una portada
gótico-mudejar, o la de San Francisco, el Carmen, el convento de Capuchinos,
Madre de Dios, Regina Celi, y un largo etcétera en el que no podemos olvidar la
que es la más antigua iglesia del barrio bajo de Sanlúcar, la Trinidad, cuya
edificación data del siglo XV. Y algunas otras convertidas hoy en centros
culturales y auditorios, como es el caso de la Victoria o de la Merced.
Pero es
que si hablamos de edificios civiles no nos quedaremos cortos. El enclave
fantástico del Castillo de Santiago –hoy en avanzada reforma- domina la parte
alta de la ciudad con una torre del homenaje desde la que la panorámica es
fantástica. Se trata de una fortaleza gótica del siglo XV y fue la primera
residencia de los Duques de Medina Sidonia. A pocos metros de allí la
residencia de los duques que lo sustituyó, el Palacio Ducal de Medina Sidonia,
un edificio que comenzó a construirse en el XV. Y a cuyos pies surgen las
Covachas, en la cuesta de Belén, de gótico florido y que formó parte de la
Puerta del Mar, en la Sanlúcar medieval. El fondo artístico que contiene el
Palacio que se levanta sobre ellas es digno de ver, sin olvidar el
extraordinario fondo documental que encierra. Hoy, una de sus alas se dedica a
Hospedería y nos puede servir de alto en el camino para reponer fuerzas y
saborear la paz y el buen gusto en los salones de una cafetería que nos remonta
a otras épocas históricas. Cerca de allí encontramos a nuestro paso el palacio
neomudéjar de los Infantes de Orleáns y Borbón, hoy habilitado como Ayuntamiento,
y que puede visitarse en sus elementos principales. Allí vivieron los Duques de
Mompansier y posee unos magníficos jardines que hoy se están habilitando para
el uso público, diseñados por Lecolant a quien se deben también los jardines
del sevillano Parque de Maria Luisa.
Tomar unas
tapas en la Plaza del Cabildo es obligado para el viajero. Allí, como en las
calles aledañas, encontrará lo mejor de la gastronomía sanluqueña, una muestra
más del buen hacer de los restauradores de esta tierra y que ofrecen en cientos
de bares tanto del barrio alto como del barrio bajo. Pero, claro, quedaría coja
nuestra visita si no nos acercásemos hasta Bajo de Guía, y allí, frente a
Doñana, en esta luminosa orilla, de cargado sabor marinero, no degustásemos los
mariscos de estas costas, elaborados con un arte sin igual por los restaurantes
y bares que la pueblan. Un homenaje al paladar.
Sanlúcar,
entre dos aguas, dulce y salada, que aquí se encuentran en un abrazo de luz y
brisas marineras, las que inflaron las velas de las naves que pusieron rumbo al
Nuevo Mundo y que dieron vida y futuro a la Sanlúcar de hoy, que ha emprendido
decididamente el camino de la modernidad y el desarrollo.