¿Qué controles de calidad deben pasar los alimentos?

En el mundo actual la libre circulación de productos se ha convertido en una realidad cada vez más presente e interiorizada por todos. En consecuencia, el conocimiento y control de los alimentos que consumimos se ha vuelto indispensable, vital, para la seguridad de las personas. Es así como en los últimos años las organizaciones europeas han comenzado a incluir este tema en sus agendas, y a llevar a cabo toda una serie de controles, aconsejando a aquellos que trabajan en la fabricación de los alimentos que consumimos una formación especializada, la del manipulador de alimentos profesional, inexistente hace unas décadas.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que las enfermedades transmitidas por los alimentos pueden provenir de cualquiera de las diferentes etapas presentes en la cadena alimentaria: desde la producción primaria hasta la mesa. Si el proceso no se realiza correctamente, bajo las condiciones de higiene necesarias, el impacto puede ser enorme: En primer lugar, para la salud pública y, en segundo lugar, puede ocasionar un daño económico importante a los establecimientos dedicados a su preparación y venta.

Todo comenzó a principios del 2000, tras varias crisis relacionadas con la alimentación humana y animal. Fue entonces cuando la Unión Europea (UE) quiso realizar una reforma profunda de sus políticas de seguridad alimentaria. Dicha reforma tuvo como objeto garantizar un buen nivel de seguridad durante todo el proceso: Desde la fase de producción hasta la distribución de aquellos alimentos comercializados en el espacio de la UE.

La UE se propone así dos objetivos en materia de seguridad de alimentos: Proteger la salud de los consumidores evitando la transmisión de enfermedades y promover el buen funcionamiento del mercado único en el territorio europeo.

Para ello, se han creado normativas que inciden en el ámbito de la higiene de piensos y alimentos, en la sanidad animal y vegetal y en la prevención de contaminación de los alimentos con sustancias externas. Existe además también una normativa para regular el etiquetado de alimentos y piensos, que permite al consumidor tener acceso a una información completa sobre el contenido y la composición de los productos, protegiendo así su salud e intereses.

En este sentido, una de las principales novedades ha sido la obligación de indicar en los productos la composición de los mismos, lo que permite por ejemplo que aquellas personas que sufran algún tipo de alergia alimentaria puedan seguir manteniendo una alimentación saludable, sin riesgos. Los productores deben así indicar la presencia de alérgenos en los alimentos no envasados, que se encuentran por ejemplo en restaurantes y bares, precisar el origen de la carne a través del etiquetado y, en el caso de ciertos productos vegetales sustitutivos de la carne o el queso, informar de la presencia de imitaciones de alimentos.

Una de las últimas novedades en este sector se ha producido en 2016, cuando entró en vigor una nueva normativa europea sobre alimentos destinados a grupos específicos que incluye por ejemplo: los alimentos destinados a los lactantes y niños de corta edad, los alimentos destinados a usos médicos especiales y los sustitutivos de la dieta completa para el control del peso.

Todas estas medidas buscan, en definitiva, favorecer a una buena nutrición y preservar la salud y al bienestar del individuo.