Elogio a nuestra antigua historia

03/03/17 +Jerez Juan Félix Bellido
Haciendo un paréntesis en estos tiempos de alborotos políticos e incomprensibles estupideces públicas; de corrosivas revelaciones, de hartazgo y de saturación y empalago, me paseo por el jardín tranquilo de la literatura de otros tiempos, por darme un descanso merecido y descongestionarme con la historia. Y miro hacia esta tierra desde ojos de hace cientos de años.    ¡Que ésta es una tierra para la poesía!, lo dicen estos versos que escribiera Ibn Jafaya, un poeta de Alcira a principios del siglo XII: “¡Oh andalusíes! ¡Qué felices sois! /  Tenéis agua, sombra, ríos y árboles./ El paraíso eterno está en vuestras moradas./Si pudiera escoger, éste sería el que eligiera./ No creáis que habéis de ir al infierno./ Después de estar en el paraíso/ no se puede ir al fuego”.   Pero, ¿cómo era éste Al-Andalus que Ibn Jafaya compara con el paraíso y cómo son los hombres que viven en él? ¿Qué ha producido la mezcla de etnias y de civilizaciones que se han dado en estas tierras? ¿Cómo es el poeta y cómo es la realidad que va a cantar en sus versos? Ibn Hazm de Córdoba, por ejemplo, los define así en el siglo XI: “Los andalusíes son chinos por la perfección de su trabajo y la precisión de la artesanía y artes decorativas; turcos por la práctica de la guerra, el manejo de las armas y la previsión de municiones de guerra y de boca”. Pero es Ibn Gâlib, en el siglo XII quien da una definición más completa: “Los andalusíes son árabes por su ascendencia genealógica, por su orgullo y altiva independencia; por la elevación de su pensamiento, la elocuencia de su lenguaje y la exquisitez de su alma; por su poca paciencia para sufrir la injusticia; por la liberalidad con la que dan lo que tienen; por su tendencia a librarse de cualquier clase de modestia y a apartar de sí los pensamientos viles”. Y no puede vencer la tentación, para explicarse mejor, de caer en las comparaciones. “[Son] hindúes por la importancia que conceden a las ciencias, su amor por ellas y el celo que les dedican para conocerlas y difundirlas con exactitud; bagdadies por su cortesía, limpieza, el refinamiento de sus costumbres, viveza de espíritu, sutilidad de pensamiento, la altura de sus miras, la generosidad de su carácter, la suavidad de sus ideas, la agudeza de su pensamiento y la penetración de sus reflexiones; griegos por su talento para descubrir el agua, por el cuidado que ponen en el cultivo de todo género de plantas, la selección que hacen de toda clase de frutos, la habilidad para tratar los árboles y embellecer los jardines y los huertos con toda variedad de legumbres y flores. Por todo ello son los hombres más expertos en agricultura”. Y no contento con estas comparaciones para describir el paño del que estaban hechos sus paisanos, añade: “los andalusíes tienen la constante preocupación [...] de vestir hermosos trajes y comer bocados escogidos, de ser limpios y puros, amar los placeres y el canto e inventar nuevos aires musicales[...]”.   Pero es que Al-Maqqarî va más allá: “Los habitantes de Al-Andalus –escribe-  tienen en su conversación una forma de bromear, de decir las cosas con determinada dulzura y de dar réplicas tan espontáneas, que reducen al silencio al interlocutor. La cortesía y las buenas maneras son cualidades instintivas en ellos”.   Así éramos los españoles de entonces. Materia suficientemente rica como para que naciesen grandes poetas había, y de sobra. Y da gusto pasear por sus escritos. El saber no ocupa lugar.
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