Cante de alta escuela en 'Los Cernícalos'

El ciclo de 'Noches de la Plazuela' que ha organizado en este inicio de año la P.F. Los Cernícalos no para de darnos alegrías. Si bien la semana pasada les contábamos en estas páginas que Vicente Soto nos ofrecía una lección magistral de cante en la tercera entidad flamenca más antigua de España, la que protagonizó en la noche del pasado sábado Luis Moneo no se le quedó atrás en absoluto, demostrando además que La Plazuela tiene familia cantaora para rato.

Arropado por los suyos, por sus hijos Juan Manuel y Manuel a la guitarra y al cante y las palmas, respectivamente, su nuera María José Franco al baile, más el compás de Javi Peña, el cantaor plazuelero no pudo agradecer de mejor manera el magnífico ambiente que han sabido crear en la peña que con un recital de cante, especialmente una soleá y una siguiriya, que tardaremos tiempo en borrar de la memoria.

Con apertura de plaza por parte de sus hijos a compás de tangos. Luis Moneo no buscó acomodo en cantes que le sirvierar para calentar la voz sino que se tiró al ruedo directamente, para acometer unas cantiñas y alegrías con las que mostró una clara declaración de intenciones. Puerta grande o enfermería. Sabía que no había otra por la que salir, lo mismo que tambien sabe que la historia no la escriben los cobardes. Volvió a tirar la moneda al aire y, diciéndonos a los presentes que venía a "cantar a ustedes lo que ustedes quieran", jaló del cerrojo al portón de los sustos, para recibir con dos verónicas a las malagueñas del Mellizo, haciéndolas suyas e impregnándole el aroma de la casa Moneo, que remató con una media a compás de abandolaos sacados de la misma serranía de Ronda - pudieron ver en el video en directo en nuestra página oficial de Facebook-. El envite estaba listo para la suerte suprema del compás: la soleá por bulerías, para la que reclamó la presencia en el escenario de su nuera, la bailaora María José Franco. Formando un tandem familiar de los que no hace falta mirarse, para saber qué tiene que hacer cada uno, dejaron un runrun en el ambiente que presagiaba algo bueno tras el descanso.

El hecho de que a este ciclo sólo se pueda asistir por invitación, por motivos de seguridad y aforo, hace que a la peña asista quien verdaderamente quiera disfrutar del cante, el toque o el baile en su más ortodoxa de las expresiones y eso se nota. Y si no que se lo digan a Luis Moneo, que con los duendes revoloteando por debajo del escenario, los puso firmes con una soleá - que abre en formato video esta noticia- de aquí y de allí (de Santiago y La Plazuela), la que le sacó la cuadratura del círculo con denominación de orígen borborea, y que junto con una siguiriya de pañuelo, perfectamente arropado por su hijo a la bajañí en todo momento, en las que se nos fue al moro de frijones, perdimos la España, Francia y Portugal, quedándose con las piedras del suelo por cama se nos quedó dormido, puso al público en pié. No hizo falta más. Solo tres letras, tres puñaladas para terminar de hacer una faena de muleta de mano baja y citándo de frente al cante del dolor presente.

Por bulerías llegó el epílogo. Es rito obligado en Jerez. Así que, con toda la familia de nuevo sobre el escenario, todos y cada uno de ellos fueron pasando por la piedra, rematando una noche con la que cruzamos el ecuador de este ciclo que, visto el camino que lleva, no nos importaría en absoluto que tuviera dos o tres jornadas más porque merece muy mucho la pena.

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