El niño de la carroza de la cabalgata de Reyes

06/01/17 +Jerez D. Díaz
Hay diferentes formas de vivir una cabalgata de Reyes. Están las personas que la ven pasar, las que se agachan a coger caramelos, incluso arriesgando algún miembro de su cuerpo metiéndolo dentro de las carrozas, o los que viven todo el recorrido. Y, sin duda, si los que cogen caramelos disfrutan, los que van en las carrozas, aún más.

Solo los que están dentro saben la ilusión que se puede ver en la cara de los niños que durante todo el recorrido lanzan caramelos a los demás. Convocados una hora y media antes en las instalaciones de Ifeca, donde aún quedan restos de Juvelandia, la impaciencia casi se come a más de uno. "¿Cuánto queda? ¿Por qué nos hacen venir con tanta antelación?", preguntaba uno de los pequeños que estaba subido a las carrozas. 

Vestido de pastor, quería que llegaran los tres Reyes Magos. Decía que en ese momento ya estarían todos listos para salir y todos les gritarían. Una vez en el González Hontoria, mantenía el pulso con los que ya le pedían caramelos. No podía lanzar nada hasta que salieran por la puerta: su cargamento era para los niños.

Se hizo amigo de su 'escolta', al que ofrecería en más de una ocasión caramelos para hacer más amena su caminata. Si antes le había preguntado la hora, esta vez le interrogaba para saber si veía mucha gente fuera del González Hontoria. La ilusión estaba en los ojos situados bajo su pelo rubio.

Una vez se abrieron las puertas, el lanzamiento de caramelos no cesó. Hasta que, lógicamente, se acabaron los caramelos. El pequeño volvía a preguntar a su escolta: "¿Cuándo recargamos?". La respuesta era al final de la avenida, pero quedaba todavía mucho camino para eso. 

"No me quedan caramelos", era la frase más repetida por el pequeño subido a la carroza. De vez en cuando se asomaba a hablar con su escolta. "Me dan pena los niños más pequeños, pero es que no me quedan más. Les estoy dando de mi bolsa", le comentaba el niño a su recién estrenado 'amigo' señalando el zurrón donde se había escondido algunos caramelos.

La ilusión seguía intacta. La historia se repetiría en más de una ocasión y los pequeños de las carrozas acabarían incluso sudando después del esfuerzo de lanzar tantos caramelos. Aunque por momentos no tuvieran nada que arrojar a su público y lo miraran compadeciendo su situación aburridos. O sobra recorrido o faltan caramelos en la cabalgata de Jerez, debían pensar.

Y al final, todos a casa. Desde los que lanzaron los caramelos a los que los recogieron. También esos padres y madres que temen a las carrozas que se acercan a sus hijos como un afiliado a la Asociación de Trabajadores Autónomos lo hace a un resfriado.

El pequeño se bajaba de la carroza y de la mano de la madre se despedía del que había sido su 'escolta' en la carroza: "Que te traigan muchas cosas los Reyes. Te has portado muy bien". 






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