¿Es sólo cuestión de dotación y presupuestos el problema del Teatro Villamarta?

29/11/16 Flamencomanía David Montes

En todas las batallas hay vencedores, vencidos y daños colaterales. Unos ganan, otros pierden y otros, simplemente, porque pasaban por el sitio inadecuado, a la hora inoportuna y en el momento menos preciso, se ven afectados de manera mas o menos irreversible. Esto, llevado a la rabiosa actualidad jerezana, como es el caso del Teatro Villamarta, lo podemos ver claramente. Por un lado, los trabajadores, los políticos y sus intereses particulares por el otro, y los artistas en el medio. Y ya saben ustedes que el que está en el medio, siempre es el que pierde.

Vaya por delante que los trabajadores tienen todo el derecho del mundo a pelear con todo el arsenal disponible para preservar sus puestos de trabajo, faltaría más, pero quizás el problema de fondo que haya que solventar no radique sólo en la dotación presupuestaria necesaria, a la que que ellos aluden de forma constante, para poder constituir la Fundación Universitaria de las Artes Escénicas y Flamenco de Jerez (FUNDAE), sino que haya otros igual o más importantes que también puedan ser condicionantes a la hora de poder llegar a algún acuerdo.

De entre esos otros condicionantes, algunos de ellos no dejan de ser preguntas que cualquier persona se puede hacer. No hay que ser un iluminado para pensar que si lo único que se tiene que hacer es constituir una nueva fundación, o mejor dicho, adaptar una que estaba ‘dormida’ para poder seguir con la misma  actividad que se tiene hasta ahora ¿eso no sería cambiarle sólo el collar al perro? Si todo sigue como hasta ahora pero con otro nombre, mas tarde o mas temprano, se volverá a tropezar en la misma piedra, porque el ser humano, y eso es una verdad irrefutable, es el único animal capaz de tropezar una y otra vez en la misma piedra, hasta que o la saque del boquete o la gaste. Además, recordemos que la Fundación Teatro Villamarta está disuelta, sin capacidad de gestión ni contratación, y aún se desconoce qué grado de responsabilidad tienen tanto los patronos existentes como los directivos que la gestionaban y gestionan.

Parece ser, también, que se ha olvidado que una de las fórmulas que se buscó para poder salvar a la Fundación Teatro Villamarta era la del patrocinio. Si tan necesaria era la participación de patrocinadores hace menos de seis meses, para salvar la vida al Teatro ¿No se puede reactivar esta fórmula y con esa aportación crear la nueva Fundación? Para salvar la fundación disuelta se hablaba de unas cantidades que rondaban el millón de euros y ahora ‘solamente' harían falta doscientos mil ¿Ya no interesa patrocinar al Teatro? ¿No se quiere? ¿No se puede? ¿No es rentable ponerle apellidos al Villamarta? Quizás el problema radique en que si entra ese capital externo y privado, haya que responder a preguntas incómodas o, lo que es peor, no saber o no querer responderlas.

Como pueden ver, estas son sólo algunas cuestiones que van más allá de una dotación presupuestaria o una modificación de las partidas. Además, hay otras incógnitas abiertas, como son las del Festival de Jerez, que tiene abierto el plazo de matriculación de los cursos de 2017 y demasiadas facturas aún por pagar de la edición de 2016. Muchos, por no decir todos los artistas participantes, consultados por este medio, aún no han cobrado de forma íntegra los cachés pactados de la pasada edición, incumpliéndose por tanto por parte del Teatro Villamarta los condiciones contractuales establecidas con ellos. Sin quererlo, quienes dieron contenido a la vigésima edición del Festival de Jerez, aniversario especial incluido, han pasado a ser los principales financiadores de un ciclo flamenco que es un auténtico referente mundial de lo jondo, y del que ni obtienen respuesta a sus llamadas, ni tienen fecha de liquidación asignada a sus facturas pendientes de cobro.

El problema del Teatro Villamarta no es nuevo. Viene de antiguo. Tanto en los mandatos de Pedro Pacheco, como de Pilar Sánchez, María José García Pelayo y, ahora, Mamen Sánchez, el principal espacio escénico jerezano ha gozado de una autonomía tan necesaria como incontrolada, que comenzó con el fichaje a golpe de talonario, de quien fuera su primer director y encargado de su reapertura, junto con todo su equipo. Y sólo es ahora, dos décadas después, cuando los dueños del teatro, los jerezanos, tenemos algo de luz sobre su rendimiento y capacidad de gestión. El portal de transparencia municipal recoge los costes de personal, ingresos y gastos totales del Teatro Villamarta pero, sin embargo, no desgrana, por ejemplo, el coste de algunas de sus producciones, tanto en el campo de la lírica, donde la inversión que se realiza tiene difícil rescate, como en el de otras disciplinas, por ejemplo el flamenco, donde más de una producción ha muerto el mismo día de su estreno, o bien no han tenido los rendimientos esperados ante la inversión realizada, sin derivarse responsabilidades de ningún tipo.

De todos modos, si la nueva fundación no se llegase a crear a tiempo, el Ayuntamiento de Jerez tendría la posibilidad de incorporar en su plantilla a los empleados del teatro. Ya ha ocurrido con los empleados de Onda Jerez Radio y Televisión o con los miembros de la Banda Municipal de Música, por poner sólo dos ejemplos. No obstante, en el caso de la incorporación de los trabajadores del Villamarta a la plantilla municipal, la problemática radicaría en la aplicación de un convenio colectivo distinto al que se tiene el teatro actualmente, lo que conllevaría adaptar horarios de trabajo, vacaciones y salarios al que tiene la ‘empresa más grande de Jerez’ y que podría entrar en conflicto con las necesidades técnicas del propio espacio escénico.

Por el bien de la cultura, y por el bien de Jerez, ni se puede ni se le debe echar el cerrojo de nuevo al Teatro Villamarta. Como se dice en el mundo artístico: ‘la función debe continuar’. Ahora bien, ¿Bajo qué fórmula? ¿De qué modo? ¿Con qué directrices? ¿Sobre qué régimen de trabajo? ¿A través que tipo de ente? Esas son las cuestiones que deben plantearse quienes están la frente de una ciudad que lo último que necesita es perder una de las pocas cosas buenas que tiene: el arte.

Por cierto, para tratar de tener el menor grado de responsabilidad posible de todo cuanto pase, el gobierno actual habla de forma constante en su discurso de un problema sobrevenido y no generado por ellos pero, quizás, debamos recordarles que en Jerez ya gobernaron en el pasado, y de eso no hace mucho tiempo, y quizás también debamos recordarles que quienes estuvieron sentados en los sillones que ocupan ellos actualmente argumentaban exactamente lo mismo que ellos dicen ahora.

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