¿Que 20 años no es nada?

Era una noche de noviembre. La plaza Romero Martínez estaba repleta de ciudadanos anónimos. Guardaban turno hasta la apertura de unas taquillas cerradas diez años atrás. Un joven voluntario, folios y bolígrafo en mano, se encargaba de organizar la cola hasta primera hora de la mañana, momento en que comenzaría la venta de entradas para el día de la reinauguración.

En la oscuridad de la plaza, contemplando una y mil veces la planta del teatro, hice cola junto a mi amigo, y compañero por aquel entonces en Radio Jerez, Javier Benítez. Un termo de café con leche y una petaca con brandy nos ayudaron a soportar la ‘pelúa’ propia de una noche casi invernal.

Atrás quedaban los años de declive en la oferta de la Teatro-Cine, el triste cerrojazo y la posterior adquisición por parte del ayuntamiento a sus propietarios. Años de esfuerzo de una plataforma surgida para la reapertura del único teatro de la ciudad y disuelta una vez recuperado el equipamiento. Las complejas obras de rehabilitación del Villamarta esperaban el beneplácito de los jerezanos. La ciudad se frotaba las manos ante la vuelta a la vida de su principal espacio cultural y escénico.

Fue nada menos que Alfredo Krauss el encargado de abrir la programación especial con motivo de la reactivación del querido y venerado escenario. Junto al prestigioso tenor canario, la Orquesta Filarmónica de Turingia, dirigida por Rolf Reuter. La noche del 21 de noviembre de 1996 marcó el reencuentro de Jerez con la oferta cultural a gran escala.

Para asistir a tan mágica velada me enfundé traje y corbata y, en compañía de mis padres, acudí con la suficiente antelación al majestuoso enclave, que esa noche destilaba sus correspondientes dosis de glamour.

Pese a ir pagando mi entrada, como muchos de cuantos allí estábamos, y sin previsión de trabajar esa noche, no pude evitar echarme la grabadora en un bolsillo de la chaqueta. La ocasión no era para ir desprevenido: un buen reportaje sobre la reinauguración para el ‘Hoy por hoy’ del día siguiente complacería a la audiencia.

El público, los curiosos y quienes no podían permitirse pagar la entrada o se habían quedado sin ellas por agotarse, abarrotaba los accesos a la plaza Romero Martínez. Las vallas de protección acotaban el cruce de las calles Cerrón, Honda, Medina y la plaza Romero Martínez.

Mientras grababa hasta quince testimonios sonoros para elaborar el reportaje radiofónico sobre una noche estelar, entraban en escena sonido de sirenas, luces de policía, motos, coches oficiales, lujosos y muy brillantes.

La comitiva irrumpía en la confluencia de Romero Martínez con calle Medina. Entre sonoros aplausos, vítores incluidos, los Duques de Lugo bajaban del vehículo oficial, preparados para presidir la reinauguración. Doña Elena y Don Jaime de Marichalar saludaban sonrientes a la concurrencia.

La gala inaugural congregó a numerosos personajes de los ámbitos cultural y artístico. Por supuesto, no podían faltar los políticos de primera fila por aquellos años. Un ya asentado presidente andaluz Manuel Chaves y un no menos curtido en el sillón de alcalde, Pedro Pacheco. El mandatario jerezano se mostraba aquella noche sonriente y categórico en sus declaraciones, tal como recogimos los periodistas que cubrimos la ansiada noche de gala: “Con la recuperación del Villamarta, Jerez pasa en convertirse en capital del área metropolitana”, decía el andalucista.

Fue una noche grande. Han pasado veinte años desde aquello, y veinte años es mucho, contradiciendo el estribillo del tango ‘Volver’. Veinte años de una segunda era en los que el Teatro Villamarta ha sido testigo de programaciones de gran prestigio, frente a algunas actividades, en mi opinión, más propias de celebrar en otros escenarios. Pero como dicen algunos, al fin y al cabo, es el teatro del pueblo.