Quien se preña con heno parirá paja

No fue fácil su vida, pero ello no menguó la lucidez de su pensamiento. Y como muchos españoles en la historia, este andalusí, nacido en Córdoba, terminó por exiliarse. Se fue a El Cairo y allí ejerció como médico. Eran otros tiempos, convulsos también como éstos, pero leyendo sus escritos, constato que éstos no han perdido vigencia. Me refiero a Moisés ben Maimón, o lo que es lo mismo, Maimónides.

Nació en Córdoba en 1138. Leo su testamento desde la distancia de casi siglos, y sus palabras vuelven a resonar actuales. Lo escribe dirigido a su hijo y a un discípulo: “¡Sed fuertes y sed hombres!”. Nada más y nada menos. “Ojalá reconocierais la ventaja de la luz sobre las tinieblas. Rechazad la muerte y el mal y escoged la vida y el bien, ya que se os ha concedido la libertad”. Consejos luminosos y deseos más que valiosos que ya lo quisiéramos nosotros para nuestros hijos. “Comportaos con gravedad y nobleza, rehuid la compañía de los ligeros de cascos y el sentarse en las plazas, el juego con jóvenes, porque de todo ello procede mal fruto. Procurad estar siempre entre los hombres grandes y sabios, pero con humildad, sumisión y en el último de los puestos. Atended y abrid los oídos de vuestros corazones para escuchar y atender sus palabras, qué es lo que censuran y qué es lo que alaban. Sopesad las razones, unas sobre otras. De ese modo seréis instruidos. Guárdate de hablar excesivamente ante ellos. Conforma tus palabras a la justicia, porque cuanto más aumentéis vuestras palabras más aumentarán vuestros errores. No os jactéis ni os enorgullezcáis delante de ellos. No os avergoncéis de preguntarles lo que ignoráis, pero en el tiempo oportuno y en el lenguaje adecuado. Pensad y sopesad la palabra antes de pronunciarla, ya que no podéis hacerla volver atrás”.

Sí, porque es cierto el dicho de que un hombre nunca se arrepentirá de lo que calla pero puede siempre arrepentirse de lo que dice.  No es un consejo vano éste: “Permaneced en el umbral de las casas de los sabios, los que aprenden y los que enseñan. Allí tendréis vuestros esparcimientos. Deleitaos allí con la audición de las doctrinas, instrucciones, innovaciones, casuística de los discípulos. Emulad a los estudiosos y despreciad en vuestro corazón a los fatuos”.

Y éste sí que es un reto de la enseñanza de entonces, de nuestros días y de siempre: “cuando podéis digerir lo que otros han preparado, cuando vuestra mente todavía está libre, antes de que se llene de pensamientos y se debilite la fuerza de la memoria”, que es flaca y el paso de los años debilita… “dejad que la verdad y la justicia, con las que aparentemente perdéis, sean para vosotros más queridas que la falsedad y la injusticia, con las que parece que triunfáis”. Y dice como médico que “no he encontrado mejor medicina para la debilidad del corazón que una mixtura de verdad y justicia”.

Y hoy que tanto vacío hay en lo que circula, en las conversaciones que nos ocupan, “desdeñad y rechazad las informaciones falsas, las intrigas, los subterfugios, las evasiones, las tortuosidades, los ardides, las prácticas arteras”. Y concluye con la razón de esto, que “quien se preña con heno parirá paja, pero quien siembra justicia recoge amor”.

Escudriñar en la Historia y encontrar textos como éstos, me reconcilia con la vida, con la autenticidad de los hombres que nos precedieron y con los que aún hoy, podemos compartir su pensamiento.