A la luz de los libros: la diferencia entre el bien y el mal

08/11/16 +Jerez D. Díaz

Son los filósofos que nos quedan. Quizás el siglo XVI y el actual tampoco cuenten con demasiadas diferencias. Los que se salen del renglón siguen siendo mirados de soslayo. Están fuera; no pertenecen a lo normal; no son buenos; están etiquetados como los diferentes. El problema es que son peligrosos, por eso hay que etiquetarlos y apartarlos del poder. Eso, o los tontos no podrán sentar cátedra.

Juan Félix Bellido y Antonio Aguayo son dos mentes pensantes, lo pueden comprobar en sus artículos. Además, sus argumentos están apoyados por todas las letras que han leído. Por supuesto, esto no es lo mismo que haberse creído todo lo que les llega en letras de molde: leyeron y pensaron, un ejercicio muy recomendable. Quizás por eso que lleguen a distintas conclusiones: porque piensan, debaten y dialogan. Los libros los han convertido en Don Qiujotes ilustrados de una era donde los 'buenos' dominan el mundo.

A la luz de los libros de la biblioteca más antigua de Andalucía, Aguayo quiere ir al averno. "No quiero ser bueno", dice el profesor, que se acuerda de Nicolás Maquiavelo: "Él prefería el infierno porque al menos había gente inteligente con la que se podía debatir".

 Aunque advirtieron antes de la entrevista que no se pelearían, no siempre concuerdan en su pensamiento. El debate está abierto y llegarán a entenderse, aunque piensen diferente, en algunos aspectos. Bellido le rebate: "Eso no está demostrado, porque lo mismo te vas allí y te encuentras a una serie de tontos...".

Aguayo continúa con su argumentario: "Pues mejor los tontos condenados, que al menos hicieron lo que les salió de las narices". El otrora profesor se niega a sentirse bueno, aunque se repita mil veces la palabra: "No creo en el buenismo. No quiero ser bueno. Me fastidia ser bueno. Quiero ser yo. Si ser yo implica ser malo, bendito sea Dios. O si Dios no, bendito sea el de más allá, me da igual. Es que no quiero encasillarme en un grupo teóricamente bueno. No quiero pensar de acuerdo con la mayoría. Si coincido con la mayoría, estupendo, pero esto no quiere decir que tenga que ser bueno". 

Esta vez sí coincide Juan Félix Bellido, que también quiere ser él mismo. "Yo lo que quiero es ser yo. Pero no porque me crea el ombligo del mundo, sino porque la vida es un viaje y yo voy avanzando. Unas veces me encuentro con charcos, con empedrados en el camino... Trato de ir avanzando con las entendederas que tengo y ya está. Y no sé si eso es bueno o es malo. Eso es lo que quiero ir haciendo". 

Aguayo se muestra relativista: "No creo que podamos distinguir entre buenos y malos. Habrá malos que sean buenos y buenos que sean muy malos".

Y es que realmente esto es un problema de definición. Juan Felix pregunta: "¿Pero quién define al bueno y al malo?"

Los dos conceptos están bien definidos por el diccionario de la Real Academia, pero en la práctica parecen ser solo un mecanismo más de control. De control del diferente, claro, sean cuales sean sus ideas. Aguayo sentencia: "Si me creo bueno tengo que estar aquí y pensar como tal. Ni todo es bueno ni todo es malo. No existe el absoluto, no existe el pensamiento perfecto. Sobrevivimos y bastante hacemos con ser coherentes con lo que pensamos. Hasta ahí puedo leer".

 

 
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