Que lejos queda la definición de Aristóteles del hombre, definiéndolo
como animal político: zoon polítikon.
Un ser que vive en sociedad y que se relaciona entre sí, buscando la convivencia
y la vida armoniosa entre los ciudadanos.
La política actual se entiende de otra manera totalmente diferente,
distinta. Ya no es una actividad inherente al ser humano. Es una profesión, y
como tal, sus componentes, totalmente alejados de la realidad, lo único que
pretenden es perpetuarse en un trabajo que debe proporcionarles, por encima de
todo, unos pingües beneficios.
La política, en el sentido que decía Aristóteles, es el arte de facilitar
la vida al ciudadano, de hacer que sea mas feliz, que es a lo que debemos de
tender todos los seres humanos. Ahora no. Se legisla contra el ciudadano. Con
tal de mantenerse en el poder todo vale. No hay barreras. No hay límites. No
hay ideologías.
Me cuesta mucho reconocer que en la política española actual, la
ideología ha desaparecido. Los que vivimos la dictadura de Franco, y asistimos
esperanzados a la transición, contemplamos un escenario irrepetible. Grandes
políticos, de diferentes ideologías y pensamientos. Con actitudes diversas,
pero con un objetivo común, lograr un consenso para que después de la dictadura
se pudiera convivir. Asistimos, a veces doloridos, como se renunciaba a
objetivos que hasta ese momento habían sido irrenunciables, como la República
por parte del Partido Comunista, pero Carrillo sabía que era mas importante articular
unas bases de convivencia aceptables por todos. Suárez, Fraga, Carrillo, o
incluso el hasta entonces denominado Isidoro, todos pusieron de su parte. Todos
dejaron de su lado, algunos para siempre. Pero lograron la democracia, o al
menos lo que creímos democracia.
La época de los políticos ha pasado. Ahora ya no hay estadistas. Hay
mercaderes al servicio de intereses espúreos, nunca reconocidos, al menos
abiertamente. Y lo peor de todo, falta inteligencia y sobra mediocridad.
No se trata de la Aurea
mediocritas, tan anhelada en el Humanismo. Es el mundo de los mediocres, de
los sin espíritu, de los sin ideas. Un mundo en el que sólo se puede sobrevivir
gracias al conformismo y la ignorancia de la población. Y a eso dedican todos
sus desvelos.
Lo que llevo un tiempo preguntándome, y no logro encontrar una respuesta
adecuada: ¿hasta cuando resistiremos? ¿Hasta dónde es preciso que nos humillen
para que levantemos la cabeza y gritemos?
Falta hábito de pensar en el pueblo y sobra mediocridad entre los
políticos. Lo segundo no podemos solventarlo, lo primero sí.
Pensar para ser libres. Ese es el objetivo.