Cuando el ciclismo no es un cuento de hadas

17/07/16 +Jerez R. G.

Ahora que el Tour de Francia, una de las grandes vueltas por etapa del ciclismo, está llegando a su recta final, a nuestra línea de meta de recomendaciones llega un título de lo más interesante para conocer más a fondo un deporte maravilloso. Gregario (Contra) es el libro en cuestión. Un relato contado en primera persona por Charly Wegelius, ciclista profesional durante la década pasada.    

Detrás de las victorias de las grandes estrellas de este deporte y de los casos de dopaje que tanto daño han hecho al ciclismo, también hay otra cara. La cara de los que no consiguen triunfos, de los que no son protagonistas por escándalos, de los que no salen en las noticias... La cara de aquellos que son una parte importantísima en cada equipo y que son los que, en muchos casos, llevan en volandas a los que se cuelgan las medallas y se llevan los flashes.    

"Nunca he querido escribir un libro sobre el esfuerzo que supone convertirse en ciclista profesional; mi objetivo era escribir un libro sobre la vida que llevas cuando eliges esta profesión", cuenta el autor en el prólogo sin kilómetros de esta vuelta literaria que pone focos sobre las figuras de los sufridos obreros del ciclismo.    

Con un recorrido muy sentido y personal, el autor refleja la dureza de su profesión y también aborda en sus etapas finales uno de los capítulos que más le amargó de su etapa como ciclista profesional. El británico confiesa que recibió dinero de la selección italiana para que en Campeonato del Mundo de Ciclismo en Ruta colaborase para allanar el triunfo en un esprint final de Alessandro Petacchi. Wegelius llegó a pensar que aquel ofrecimiento que le hicieron iba a suponer un paso adelante en su carrera deportiva al entender que podía convertirse en uno de los gregarios "más útiles e importante a ojos de los mejores corredores del mundo".    

Sin embargo, aquella decisión de colaborar con los italianos le dejó enormes sinsabores. Fue apartado de la selección británica y recibió las críticas de prensa y público en general. Todo por haber aceptado 2.500 euros, que fue finalmente lo que cobró el exciclista. Esta fue una de las pedaladas de esa otra realidad que queda escondida entre el equipaje vital de cada deportista. Una prueba más de que el ciclismo no es un cuento de hadas. Y menos para aquellos que no prueban las mieles del triunfo y dedican toda su carrera deportiva a ayudar a que los demás ganen.    

"Con independencia del deporte y de la persona, terminar una carrera deportiva profesional es una especie de muerte. Como la propia mortalidad, se ve venir el final, tras una lenta agonía, pero se desconoce lo que depara el más allá. Por mucho que yo supiera que quería pasear a los perros el fin de semana y comprar el periódico, también sabía que no podía hacer solo eso. Pero no estaba seguro de a qué otra cosa podía dedicarme. El ciclismo me tenía atrapado; la bicicleta y yo todavía nos necesitábamos, y esa enrevesada dependencia hacía que odiase la bici y todo cuanto simbolizaba".
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