...y el Prendimiento nos regaló un Vía Crucis maravilloso

Si nos ponemos analíticos, y comenzamos a diseccionar de arriba a abajo -algo muy cofradiero- lo que significó el Vía Crucis de las Cofradías de Jerez presidido este primer lunes de Cuaresma por la imagen de Jesús del Prendimiento, seguramente surgirán muchos calificativos de todo tipo, desde aquellos que hablarán de lo histórico de la cita por lo vivido en la puerta de Santiago, hasta los que lo hagan sobre el no siempre acertado comportamiento de buena parte del público concentrado en la Catedral, pasando -cómo no- por el tremendo frío que pasamos los que estuvimos.

Publicidad Bien. Son los análisis que tiene cualquier convocatoria de este tipo,  los que además aportan la necesaria salsa inherente al mundillo cofrade.

Publicidad Pero si ustedes nos lo permiten, en este recorrido en letras por lo que pasó en este último Vía Crucis, quizás sea más interesante bucear en esa otra intrahistoria que sobrevoló todos los rincones del mismo, desde que a las tres de la tarde se abriesen las puertas de la capilla del Asilo de San José, para el inicio de un traslado a Santiago, que sinceramente, sólo gustó a los que tuvieron la oportunidad de sacar la foto esperada, es decir, la gente de la prensa, y poco más. Una decisión que, creíamos, iba a aportar algo más a la ya larguísima obra del templo, y que lejos de hacerlo, siguió dejando una estampa desoladora del Señor caminando entre vallas, las que una vez más deseamos fervientemente, desaparezcan cuanto antes.

De todas formas, es este un detalle que no importó a nadie a eso de las cinco y media de la tarde, cuando tocaron a rebato una vez más los ejércitos imperiales del rojo y el blanco, uniendo su presencia como siempre, para no dejar nunca sólo al Dios flamenco de las manos 'amarrás', aquel que se fue a la Catedral caminando sobre un paso de El Puerto entonado en plata, al que le sentaba como un guante, el monte de lirios 'moraos' que le habían colocado la noche antes. Majestuoso. No hay más. Y si no, busquen en las miles de fotos que deben existir, de cuando el paso se paró al lado de la fuente, con la espadaña por detrás vigilando todo lo que acontecía.. nido de cigüeñas incluido.

A partir de entonces, un remolino de estampas, de sonidos, de sensaciones, y de silencios, conjugados junto al Prendimiento con otro torbellino de sentimiento, de alegrías, de pisadas costaleras, y de oraciones en voz baja. Todo con Él y para Él, como también sucedió en la Catedral -¡vaya templo bonito que tenemos en la plaza del Arroyo, aunque a veces ni le echemos cuenta!- cuando las estaciones del Vía Crucis y los interludios de la Capilla Musical Catedralicia, comenzaron a competir en solemnidad y recogimiento.   

Publicidad Y luego.. el regreso, ya con menos gente, cosas del frío, pero igual de hermoso.. o más. según se prefiera el día o la noche. Una vuelta a casa que ya no tenía el ¿aliciente? de volver a Santiago, pero e el que no faltó nunca una legión de acompañantes junto a las andas de Cristo, y en el que hubo momentos de auténtico agobio, sobre todo en las angosturas cofradieras de Carpintería Baja y de calle Francos.

Publicidad Así regresó a su casa el Prendimiento, regalándonos una estela de soledad a su paso, como esas que quedan en Semana Santa cuando se marchan las imágenes, provocando esos vacíos tan tristes, pero sin los cuales no sabríamos vivir.

Ya está en marcha oficialmente la Cuaresma. Pasó la 'Ceniza, y pasó el Vía Crucis, y ahora sólo nos queda seguir viviendo con intensidad todo lo mucho que habrá de venir, en el deseo de que sea al menos, la mitad de intenso de lo que este lunes fue capaz de regalarnos, la Hermandad del Prendimiento.