Profeta en su tierra

16/09/14 Flamencomanía David Montes

Juan Manuel Fernández ‘Farruquito’, con su estreno ‘Pinacendá’ en la noche de ayer en el Teatro Maestranza no puso el ‘pescao’ caro sino carísimo, aún a falta de más de la mitad de Bienal. Ahora sí que la Bienal empieza a ser lo que debe ser. Menos mal que, el encuentro flamenco donde lo mejor de cada casa expone sus cartas credenciales y dejan patente de corso, parece que remonta el vuelo tras un inicio aciago y desolador, salvo contadas excepciones.

Con un ‘no hay billetes’, donde esta vez sí que no se marchó ninguno antes de tiempo, el bailaor sevillano solo tenía dos puertas por las que salir: la Grande o la de la Enfermería. Y, Juan Manuel Fernández Montoya ‘Farruquito’, decidió irse a hombros a su casa reventando el portón de los sustos y bailando con el espíritu de su abuelo reencarnado en su figura, convirtiéndose en el digno sucesor de un estilo y unas formas que condesan el sentir de un pueblo desde Huelva hasta Almería y desde Jaén hasta Cádiz, pasando por Jerez.

Nos llevó por soleá y siguiriyas hasta Córdoba con una mano en el corazón y los pies en su sitio marcando tiempos y nos trajo al recuerdo la figura de su abuelo, quien incansablemente le hacía saber “que se baila como se es” y esta dinastía lleva en su ADN genético un marchamo de otro tiempo que los hace diferentes. Por fandangos, cogió camino de Huelva para sentarnos a una mesa donde repartió un ramillete de desplantes con los que los oles iban y venían sin descanso, sin saber ninguno de los presentes que lo mejor estaba por llegar.

Tras tomar aire mientras su escolta se iba al levante, llegó el momento de la noche y, posiblemente, de la Bienal 2014. Y es que, cuando Farruquito se para y dice “aquí estoy yo”, los duendes salen corriendo de sus escondites para verle. Por tangos, ‘de Graná’, formó un lío al que le puso la guinda ‘La Farruca’, nada más y nada menos, echándole flores con su canasto de mimbre lleno de lazos y bendiciones, y el Teatro se vino abajo.

Pero aún faltaba rematar la faena y poner al toro en suerte. Dejó por tarantos a los suyos para tomar aire y por alegrías, sabedor de que las orejas, el rabo y hasta las llaves del Maestranza las tenía en el bolsillo pero faltaba poner el punto y final, buscó la complicidad con el público que se olvidó de mirar el reloj, y de pensar en lo vivido en el mismo teatro los días pasados, porque sobre el escenario estaba dándose una soberana paliza lo mejor de la Casa Farruco para encumbrarse como el digno heredero del Patriarca del baile flamenco con mayúsculas. Guiño a Jerez, por donde hay que pasar inevitablemente en el tren de flamenco y solo faltaba la puntilla del éxtasis para que la apoteosis fuera completa. Sevilla, su Sevilla, su ciudad, su tamtra, su inspiración fue la protagonista. Un romance de enamorados, que se encargó de nuevo de bendecir La Farruca, hicieron posible que Juan Manuel Fernández Montoya fuera Profeta en su Tierra.

Más de uno abandonaba el teatro vaticinando que, difícilmente, vayamos a vivir algo mejor en lo que queda de Bienal. Esto acaba de empezar, solo llevamos cuatro jornadas y falta mucha tela que cortar y mucho pescao por vender, pero lo que sí es cierto es que Farruquito cuenta con este estreno, donde recorre Andalucía de pitón a rabo, con muchas papeletas para erigirse en una de las mejores propuestas de la que acoja el festival flamenco mas importante del mundo.

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