..y el juglar suspiró

Cuando la Amargura decide bajar de su altar para que todo Jerez vaya a besar sus manos, la noche se viste de amante para que su mirada sufra menos; el cielo despide al azul de sus sombras entre lágrimas amargas; y los suspiros -esos recibos donde se esconden las promesas-, tienen un cita con la palabra de aquel que sobre el atril de la calle Medina tiene el encargo de desgranar los surcos de su honda pena.

Y Don Antonio Murciano González, en tan solo siete sonetos, bordó anoche sobre el manto de la Amargura la tilde de su poesía, hilvanada en forma de suspiros que sirvieron para acunar la belleza desgarrada de este regalo que Dios nos puso cerquita de nuestras casas.

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Tras una presentación breve por parte de Enrique Víctor de Mora y Quirós, dándole la bienvenida a esta plaza jerezana con dos sonetos nacidos de la admiración y el respeto al endecasílabo, dio comienzo un encuentro que no dejó ni un hueco vacío entre los bancos de una Iglesia de los Descalzos que sabe saborear la espera con silencios y elegancias.

Así, los sonetos se fueron intercalando con las marchas “Carrera Oficial”, “Coronación de Espinas”, “Candelaria” y “Esperanza de la Yedra”, interpretadas por el pianista jerezano José Zarzana y la trompeta de su hijo, José Zarzana, en un guiño a que la sangre de este apellido rezuma arte por los cuatro costados.

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El acto se completó con la voz de Lola Vega, que en dos plegarias -“Te vi pasar Virgen pura” y “Desalentada y triste”- envolvió el aire con el sufrimiento de esa rosa que al llegar la primavera busca refugio en el contrapunto de las soleares.

Un acto íntimo, especial, distinto, no sólo porque diera comienzo a la hora fijada -algo poco habitual por estas fronteras-, sino porque el mismo sirve de pórtico para ir a verle la cara a esa Virgen que ya sea de negro, de reina o de hebrea, hace que las miradas suspiren y los corazones sólo puedan guardar silencio al postrarse ante Ella.

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Una cosa bien hecha, sí señor.

Felicidades por tanto a la Hermandad y gracias eternas al poeta Don Antonio Murciano González.

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