Alegoría sevillana

En el mundo del baile, ocurre con Sevilla lo mismo que ocurre con las zonas del ‘levante’ y ‘la bahía’ en el mundo del cante, donde hay una amalgama de estilos que se engloban dentro de unas coletillas o acotamientos terrenales que, sin distinción, hacen mención una serie de palos que, si bien son parecidos, tienen todos unas características diferenciadoras. Hablamos de cantes de la bahía para meter en el mismo saco las alegrías, cantiñas, mirabrás, caracoles o romeras, hablamos del levante para meter ahí tarantos, tarantas, mineras, cartageneras, levanticas o murcianas, o decimos abandolaos cuando realmente son rondeñas, jaberas, jabegotes, fandangos de Lucena o verdiales, por poner algunos ejemplos.

Pues Pastora Galván con Identidades pretende precisamente desgranarnos esa amalgama pero en la vertiente bailaora, mostrándonos una amplia gama de estilos de los denominados de ‘escuela sevillana’, y de bailaores que aún están en este mundo y no se nos han marchado aún al reino de los cielos, componiendo una alegoría basada en el baile de artistas de primera línea de esa escuela y estilo donde el baile tiene fuente y manantial de supervivencia.

Tras un minuto de silencio para rendir honores a Tía Pilar Montoya ‘La Faraona’, el telón se sube para dar paso a nueve escenas donde Pastora Galván comienza a desgranar y desmenuzar, bajo su visión, las formas y maneras del baile sevillano, en un espectáculo donde participan Tía Juana la del Pipa y José Galván como artistas invitados.

Con Matilde Coral llega la primera escena. Por alegrías. La posición, la técnica y la base de esta escuela son las referencias. Ella es la profesora por excelencia, la institutriz de la danza en la capital andaluza y todo ha de estar en su sitio, sin prisas pero sin pausas. Bata de cola blanca y mantón. Empieza bien la noche. Tras ella, le llega el turno a Loli Flores. Por siguiriyas con castañuelas. El miedo escénico le puede a esta bailaora sevillana y cierra los ojos Pastora para encontrarla a ellas y a nosotros. Con Milagros Mengíbar llegaron los tarantos. La alumna aventajada de Adelita y Matilde llena sus enaguas de lazos y su vestido de lunares para mostrarle al mundo que Triana es mucha Triana.

Eugenia de los Reyes, su madre, baila la caña en el tablao, al que llega tarde y se pone de espaldas, ese tablao en el que Pastora ha mamado lo mucho que sabe de esto, al igual que su padre José Galván, que formó un lío y se llevó una de las ovaciones del festival, bailando por caña justo en el ecuador del espectáculo. Pasos y movimientos académicos, de los de toda la vida, fue lo único que necesito José Galván para esbozar su baile. Sin correr. Sin prisas. La caña exprimió toda la esencia de cómo se puede llegar al alma del público y poner a la gente de pie la por primera vez en este Festival de Jerez durante un espectáculo.

Y de la academia nos marchamos a la calle, a las trincheras, al tablao para que Pastora se encuentre con una Concha Vargas que es difícilmente imitable. Por romance, descalza, Pastora se arropa en la visceralidad y racialidad del baile más familiar e intrínsecamente arraigado a una cultura que no entiende de evoluciones y de la Tía Juana la del Pipa es un referente en el mundo del cante. Ella es ella, su voz es inconfundible, te araña y te cura, te hiere y te reconforta, a medio camino entre lo rajao y lo ronco, escucharla es un placer para los sentidos. Y si es por bulerías, mejor.

Por último, la considerada la emperadora del baile flamenco actual, Manuela Carrasco, su alma, su esencia, era el encargado de cerrar Identidades. No podía ser por otro palo que no fuera por Soleá, donde ellas es reina y señora, grande entre las grandes. Brazos arriba, temperamento en su máxima expresión y genio, fueron los parámetros de inspiración de Pastora Galván para con la bailaora que es la decana de los escenarios ahora mismo. Grande ella y grande Pastora por enfrentarse a un envite del que podía salir por la puerta grande o por la enfermería.

Casi hora cuarenta había pasado y no nos habíamos dado cuenta. Llegamos al final, por tangos y bulerías, con todos en el escenario y Pastora Luciendo sus mejores galas, nos fuimos del Teatro Villamarta con la certeza que, sin Sevilla, el baile flamenco actual no sería lo que es.