De la Plazuela a la gloria

El Palacio de Villavicencio abrió de nuevo sus puertas para acoger una nueva cita de cante al natural, sin conservantes ni colorantes, aunque colorados si que se bajan del escenario los artistas debido a la cercanía de unos focos que traen de cabeza  a más de un guitarrista. La altura del salón noble del palacio es la que es por lo que, durante la hora y algo más que duran estos espectáculos, no queda más remedio que aguantarse lo más a gusto posible.

Y en esta ocasión, penúltima ya de las citas, el cante jerezano volvía a ser protagonista tomando de nuevo a artistas de La Plazuela, para mostrar en voz de mujer como se canta y se vive el flamenco en esta Galia inexpugnable donde no cabe ni vanguardia ni innovación dentro de su forma de concebir esto de lo jondo.

Dos artistas, Tamara Tañé y Eva Rubichi, que manifestaron su deseo en la rueda de prensa de llevar al escenario lo que han aprendido en la calle, en las fiestas familiares, en su entorno diario, nos ofrecieron un recital donde se mostró el amplio abanico que tiene esta zona cantaora que tenemos en Jerez.

La primera en abrir fuego fue Tamara Tañé, acompañada de Miguel Salado, que está madurando con su guitarra por día que pasa, con unas cantiñas y alegrías para las que se acompañó de Carlos Grilo y Miguel Salado para ponerle el metrónomo y el compás, para proseguir por tarantos y cartageneras, adaptando con gusto eso que dice ‘Ni que me manden a mi…’ que por fandangos eternalizara Camarón. Por siguiriyas se mostró inicialmente ‘agujetera’ para buscar el cierre en las cabales, consiguiendo uno de los mejores momentos de su intervención, antes de finalizar por bulerías, como es obligado en esta tierra, recorriendo el legado que nos dejaran plazueleros inolvidables como El Torta, La Paquera, La Chati o la mismísima Lola Flores, dejando un recital que fue de menos a más y dejándole a Eva Rubichi un ambiente magnífico para terminar de matar el toro.

Por su parte, Eva Rubichi le dedicó el recital a Manuel Moneo ‘Barrullito’ y tiró de la familia, porque quien mejor que los tuyos para tenerlos a tu lado. Su marido Domingo Rubichi puso la guitarra y su cuñado José Rubichi y José Peña fueron los encargados ponerle compás al recital. Con una toná cerrada en debla, dejó patente de corso de las casas a las que pertenece, los Agujetas y los Rubichi, casi ná al aparato, al igual que en la bulería por soleá, atacando con fuerza y genio el segundo tercio y que es genoma de esa casa cantaora. Por granaínas llegó la potencia y por fandangos el rajo, siempre escoltada a la perfección por su marido Domingo. Por bulerías, la Paquera es siempre un referente en los oriundos de La Plazuela y qué mejor fin de recital que recordando a la artista que ha exportado Jerez a todos los rincones del planeta.