Vivir bailando, bailar viviendo

25/02/15 Flamencomanía David Montes

La vida es bella y merece la pena vivirla, exprimirla, equivocarse, caminar, reír y llorar, echar de menos y de más, perderse y encontrarse, mirarse al espejo y decirse ¿quién soy yo? ¿Soy lo que quiero ser? ¿Y por qué no lo hago? ¿Puedes? Pues ya sabes, hazlo y se feliz y deja que la llamada de la nostalgia sea para otro. ¡Haz lo que te pida el cuerpo!

Esas líneas resumen de forma básica lo mucho y bueno que presenciamos en la Sala Paúl, disfrutando mucho más que viendo, de Rosario Toledo. La búsqueda de su ADN, lo que la hace única y especial, el sello que sirve de identificación y carácter, es la última apuesta de una artista para quien la palabra bailaora es demasiado corta para definirla, porque ella tiene una capacidad de expresarse y conectar con el público con la que se tiene que nacer, no hay escuela que la enseñe ni maestro que la eduque.

Capaz de bailarle a la pena por alegrías, tras descolgar el teléfono de la angustia, se ríe de la vida emulando a la Pepa de Oro bailando la milonga de Chacón y provoca un maremoto con una rumba que hasta David Palomar se tuvo que desanudar el pañuelo. Pero no solo de pan vive el hombre y la vida son sueños y realidades, crueldad y ficción, y en esos sueños uno hace lo que la vida real no le deja. La búsqueda de ese otro yo tiene momentos bipolares y de colocarnos en ellos se encargó Juan Villar con una siguiriya de buena factura y David Palomar con una soleá al golpe, antes de que la ausencia rebuscara el dolor en Rosario Toledo a través de una soleá, que fue uno de los mejores momentos de la noche, cayendo en un sueño del que mejor despertar pronto.

Por ello, al abrir los ojos es capaz de atreverse a darle forma al baile de la botella, el Chacarrá, y de volver a casa a zapateando a ritmo de tanguillos y rematándolos cantándose y bailándose despellejando a toda la que se le pone por delante. Rafael Rodríguez está enorme, falseta de perfume embriagador incluida, y la sostiene y la embarca dentro de un compás que quien no cante ahí es mejor que se calle.

Y como no hay mejor medicina que la autoestima, el final del espectáculo es una purificación de cuerpo y alma. Por caña, magnífica tanto ella como el atrás, encontró la manera de terminar de descifrar su código genético, cosa que celebró Juan Villar tirando de su repertorio clásico por bulerías para darle la bienvenida a una artista que vive a la par que baila porque no sabe vivir sin bailar.

Enhorabuena.

Ficha Técnica:
Baile: Rosario Toledo Cante: David Palomar y Juan Villar Toque: Rafael Rodríguez y Pedro Carrasco ‘Niño Jero’ Percusión: Roberto Jaén Aforo: Lleno

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