Agujetas, genio y figura

09/10/14 Flamencomanía David Montes

Llegó el día y la hora señalada. Por fin llegaba Manuel ‘Agujetas’ en el principal teatro de Jerez y la situación no pudo ser más preocupante. Si. Muy preocupante. Todos aquellos que colapsaron las redes sociales, aquellos cientos de personas que inundaron de comentarios los foros y que enarbolaban la bandera de que Agujetas es el máximo exponente del cante más visceral y ancestral en la actualidad, en la noche de ayer tendrían algo mejor que hacer o, directamente, se quedaron en su casa. En la primera vez en su historia, que en solitario pisaba Manuel de los Santos ‘Agujetas’ el principal espacio escénico de la ciudad, solo había un cuarto largo de entrada en de las más de mil butacas que dispone el Teatro Villamarta.

Eso sí. Los que había eran Agujetistas hasta la médula, no lo vamos a negar, pero un teatro de esas dimensiones, con semejante número de asientos vacíos no es el mejor escenario posible para disfrutar de una sesión de cante de ni de otro tiempo ni de este. El flamenco está ahora mismo marcando otras líneas y pautas que están bastante lejos de ese inmenso cuarto de cabales en el que se quiso convertir el coliseo jerezano.

Manuel Agujetas llegó acompañado de su hijo, que fue el encargado de abrir la cita, tras las palabras de Fran Pereira, compañero de Diario de Jerez que ejerció de maestro de ceremonias. Con la guitarra de Antonio Soto, que hay que hacerle un monumento por ser capaz de seguir el compás anárquico agujetero, el heredero y continuador de la dinastía se lanzó a la piscina de la siguiriya sin ver si había agua en el fondo o no. Con esa premisa se presentó y dejó constancia de que en la casa ‘Agujetas’ se vive por y para el cante más lacerante. No hubo bulerías, no hubo tientos, no hubo tangos, no hubo más cante a compás que la soleá y la bulería pa escuchá y tres fandangos marca de la casa y se nos marchó dejándonos con ganas de más.

Pero anoche Antonio ejercía de telonero de su padre y con un “ea, aquí estoy yo ya” salió a escena Manuel para coger tono con los fandangos y empezar un recital en el que cantó lo que quiso, cuando quiso y como quiso, con el intermedio del baile de “mi señora”, Kanako, por siguiriyas, soleá y romeras. Siguiriyas, soleares, más fandangos y mas siguiriyas entremezcladas con sus perlas habituales de “no me grabéis mas que yo vivo de las gallinas” o “estos cantes son muy viejos”, fue la nota predominante de una noche donde también tuvo tiempo de dedicarle el recital “a todos aquellos que están peleados conmigo”.

Pretendíamos irnos a casa con la camisa partida y nos fuimos de vuelta con la corbata sin desanudar porque no escuchamos ni un ole rotundo por parte del respetable, salvo los que ya los traían predispuestos antes de entrar en el teatro, aun cuando estuvo a punto de conseguirlo en unos martinetes que fueron de lo más destacable de la noche junto con alguna letra por fandangos, en la que sí apretó el culo en la silla.

En la rueda de prensa de presentación dijo que su “cante ya no hay quien lo haga”, que “he transmitido mis conocimientos a Antonio” y  ahora será en él en quien recaiga la responsabilidad de continuar una dinastía de cantaores flamencos donde la hojana se convierte en rabia y el dolor se convierte en forma de vida y que, visto lo de ayer, va a seguir siendo para una afición minoritaria, por lo menos aquí en Jerez.

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