¡Viva la juventud!

Si sumáramos todos los años de los artistas que había sobre el escenario del Teatro Lope de Vega, seguramente nos saldrían años suficientes para irnos hasta casi los mismísimos orígenes del flamenco. La propuesta, ideada por Alfonso Queipo y que reunía un plantel donde artistas que han dedicado toda una vida al mundo del flamenco en las vertientes de cante y de baile, ha protagonizado una noche en la que la primera intención era la de disfrutar de ellos y con ellos y, la segunda, poder revivir tiempos de antaño en la actualidad.

Romerito de Jerez, Rancapino, Curro de Utrera, La Cañeta, El Peregrino y El Carrete son parte de la ‘vieja guardia’ que nos queda viva aún del flamenco y de la que tenemos mucho que aprender y saber escuchar. Los años no pasan el balde para nadie, pero se han peleado en sus intervenciones como si estuvieran debutando y fuera la primera vez que se ponían ante el público en su vida y, además, estuvieran en la convocatoria de renovación del extinto 'carnet de artista'. Acompañados por las guitarras de Miguel Salado, Calderito y Antonio Soto, que estuvieron magníficos, han sido dos horas y media de espectáculo, intermedio incluido, donde se hizo bueno el refrán ese que dice que “quien tuvo, retuvo”.

Cada uno fiel a su forma y a su estilo, fieles a lo que siempre han sido y van a ser recordados, Dios quiera dentro de muchos años, fueron dejándonos catar su arte como si estuviéramos en una clase magistral de la escuela de los artistas. La voz cristalina aún de Romerito de Jerez, dejó una soleá y unas bulerías a las que le puso contrapunto Rancapino por malagueñas y seguiriyas, peleándose con el cante como si fuera la primera vez que salía a un escenario. Curro de Utrera, el decano de la noche, sacó una soleá y un polo que ya quisieran la mitad con la mitad de años que él y, La Cañeta, ¡Ay, La Cañeta!, sacó la artista que lleva dentro y se fajó con unos tarantos y unos tangos donde ¿recuerdan ustedes el titular de Lola Flores? Pues eso.

En la segunda parte, a modo de colmao, la ronda de fandangos entre Rancapino y Romerito, que se atrevió a hacerlo sin micro y se escuchó la voz en la Puerta Jerez, marcó el inicio de una demostración de que la vitalidad no entiende de edades. El Peregrino y El Carrete sacaron la esencia de su baile percutiendo como si acabaran de salir de la academia de danza de la calle. El primero por jaleos y tangos, el segundo por unas eternas alegrías, a las que les puso intermedio por rondeñas Curro de Utrera y que clausuró La Cañeta, que se dio una auténtica paliza por bulerías y acabar todos con un fin de fiesta de esos en los que puede pasar cualquier cosa, como pasó.

Hoy les dolerá todo el cuerpo, no se podrán mover, tendrás agujetas hasta en las cejas, pero que les quiten lo cantao, lo bailao y lo vivido. A ellos y a nosotros.