Las manos moradas de Diego

La última cita que presentaba la undécima jornada de la Bienal de Sevilla, nos presentaba la sorpresa de reconvertir la base de operaciones del festival flamenco más grande del mundo en un tablao al aire libre donde poder disfrutar de forma relajada de una primerísima figura del mundo del toque flamenco como es el tocaor jerezano Diego del Morao.

Heredero de una dinastía por la que la prima y el bordón corre por sus venas y está implícita en su adn flamenco, ni el relente de la noche impidió que Diego nos obsequiara con un soberbio recital de toque donde la marca ‘Morao’ dejó patente de corso, demostrando que posee un arco musical enorme, que va desde la siguiriya mas lacerante a los ritmos buleaeros donde busca nuevas armonías y fusiones.

De este modo, arropado por los suyos, por la gran Family Band que compone el Barrio de Santiago, disfrutando con su toque agradeció la oportunidad que le ofreció la Bienal al contar con él y poder presentar ‘Orate’, bajo un formato revisado y renovado, refrendando el buen estado de salud que tiene la guitarra jerezana actualmente. Si a todo ello, además le añadimos que contaba con  la intervención de Niña Pastori, Diego Carrasco y Gema Moneo como artistas invitados, por mucho frio que pasara en las manos no parecía en absoluto tener los dedos agarrotados sino todo lo contario.

Con las bulerías de inicio ya dejó claro que el programa que nos dieron en la entrada iba a servir de poco, para seguir con una rondeña de inicios atarantados y llamar después con su toque a Gema Moneo para darle vida a la Bulería pa Escuchá, la marca España-Jerez por antonomasia, a la que le puso el cante Maloko Sordera. Le dedicó a Paco de Lucía la pieza que junto a él grabara en ‘Orate’ a compás de bulerías, homenajeando “al tocaor más grande de todos los tiempos y la razón de ser de muchos de nosotros”. Ni mil palabras más. Por siguiriyas puso al público en pie. ¡Que tendrá el compás del 5x8 cuando cae en manos jerezanas!

Presentando a los músicos, hizo un receso para descansar dedos y muñecas y se marchó al mundo del levante donde conjugó las armonías mayores con el soniquete de su tierra antes de poner rumbo ‘pa Cai’ por tangos y volverse después para la calle Marqués de Cádiz, donde naciera su padre y que se encargó de recordarnos el singular Diego Carrasco por bulerías. El Tate, podrá gustar más o menos pero a nadie deja indiferente. Con su comadre, Niña Pastori que estaba en Santa Clara "para lo que él quiera”, suplía la ausencia por motivos personales de Diego ‘El Cigala’, y de nuevo el son de los doce tiempos se hizo presente pero marchándose a La Isla de León.

Como colofón, la noche no podía tener mejor broche que un recuerdo a su padre, a Manuel Moreno Junquera ‘Moraíto’, el son de un barrio, el artista que contenía en su forma de ser toda la historia del arrabal jerezano y que dejó un legado flamenco que es el santo y seña de una casa tocaora que tiñe de ‘Morao’ cualquier rincón del mundo donde pone su sonanta.

Después de casi dos horas de recital, al que le sobró el fin de fiesta, se despidió diciendo “ya me he quedado sin falsetas” y el público le respondió “pues empieza otra vez por la primera”. No les faltaba razón porque hay armonías, compases y contratiempos que uno jamás se cansa de escuchar una y otra vez, por mucho frío que se tenga.