Tócala otra vez, Dani

17/09/14 Flamencomanía David Montes

Hay artistas por los que uno hace los kilómetros que sean necesarios para poder disfrutar de su capacidad creativa, de su forma de ver la música y, en definitiva, de su arte. Dani de Morón, que confiesa que por noches como la vivida ayer en el Teatro Central hace que merezca la pena pasar un quinario entre primas y bordones, le ha dado la vuelta a su último trabajo discográfico, y presentó ‘El Sentido del Cambio’ en el Teatro Central de la capital andaluza, en la última de las citas de la quinta jornada de la Bienal de Sevilla.

Nos confesó en la rueda de prensa que no venía a contar milongas y cumplió con su promesa. Y también nos dijo que venía a la Bienal a torear y cumplió con su promesa. Y, además, nos dijo que Paco cuando se fue, se llevó la silla con él, pero no nos dijo que le había dejado el manual de instrucciones de cómo construir una nueva. Dani de Morón puso, en la noche de ayer en el Teatro Central, a la guitarra flamenca en el sitio donde merece estar por derecho propio. Sobre todo porque hace ya mucho que dejó de ser un instrumento en la sombra para ganarse los privilegios que da el protagonismo y porque hace sufrir más que gozar pero cuando se goza con ella es como tocar el cielo con las manos. Y él ayer consiguió transmitirnos esa sensación de gozo y de disfrute, haciéndonos partícipes del gran momento que vive ‘el bicharraco de Morón’, como dijo un espectador que se encontraba detrás de nosotros.

Capaz de transportarte en el tiempo a la época que él quiera, su mano izquierda es capaz de coger una velocidad de crucero que hace a cualquier percusionista sacar el gancho y el mosquetón del soniquete y engarzarlo a la caja acústica de su bajañí para no quedarse atrás y, sin embargo, el alma de su mano derecha es capaz de templar los compases y contratiempos para devolvernos a la época de Sabicas, Diego del Gastor o Niño Ricardo. Por malagueñas, casi nos arranca una salida del Mellizo o de Chacón, por soleá con Los Mellis marcándole el compás solo faltaba que Tío Chalao saliera entre bambalinas y las bulerías de Barrio C tuvieron el aditivo del soniquete que solo Jerez sabe darle al compás buleaero de manos de El Bo y Carlos Grilo quienes, con Los Mellis, eran los encargados de “hacer arte con sus manos”.

A través de la farruca y la rondeña nos calmó la hipertensión generada para volver a subirnos el pulso con unos tangos, con un marchamo de su tierra innegable, antes de que Arcángel saliera de entre bambalinas para marcarse ambos una siguiriya con la que recorrieron el tren del cante, haciendo escala en San Fernando para acordarse de Camarón y en Jerez para ponerle finiquito con Tío Juanichi ‘El Manijero’. Ambos se profesan un cariño mutuo y eso se nota sobre las tablas. Por alegrías nos fuimos a La Caleta, como dijo El Bo y, para clausurar, la bulería volvió a ser digna princesa del cierre del  baile.

No queríamos que se acabara, queríamos más Dani de Morón pero llevábamos casi hora y cuarto sin mirar el reloj dejándonos seducir por su música. Si por nosotros fuera, todavía estábamos allí encerrados, pese a el calor, diciéndole eso de ‘tócala otra vez, Dani’.

Enhorabuena.

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