..y Santiago, en estado puro..

..y un año más, la tarde fresca, llena de poniente, volvió a ver cómo el Santísimo se hacía dueño de todos los rincones de Santiago, mientras el sol iba declinando, alumbrando con sus últimos soles, la solemne celebración de una Eucaristía, que en su momento más sagrado, fíjense ustedes lo que son las cosas, nos regaló un son de campanillas acompañando la Consagración, pero también, ese antiguo sonido de matracas del Viernes Santo, directamente surgido de la espadaña del templo, mientras castañeaban las cigüeñas que allí viven.

Fue la señal definitiva que nos hizo comprender que este año sí, después de los nervios del año pasado, del temor porque todo saliera bien.. Santiago se había hecho presente en estado puro, en una cita que aunque sólo tiene dos veranos, ya forma parta de la sustancia más genuina del barrio.

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Y fue así, porque así parecieron asumirlo todos los presentes. Los celebrantes, con nuestro obispo a la cabeza, los asistentes, imbuidos de una calma y una paz, de esas que hacen incluso aplaudir los cantes que se iban escuchando, a pesar de ser una Misa lo que se estaba celebrando, y los actuantes, quienes no se dejaron nada dentro, a la hora de rendir honores a esa memoria gigantesca que a lo mejor el año que viene abre sus puertas de una vez por todas.

¿Cómo si no, explicar el legado que nos dejó Tío Antonio, y que bajo dirección de su hijo José, volvió a cobrar vida en la voz del cuadro flamenco que nos encontramos? ¿Cómo si no, comprender el óle profundo que Santiago dedicó al cante finalizado de Antonio Agujetas, mientras se ofrecía la comunión?

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¡Sublime!

Un año más, ojalá que sea el último, fue todo sublime, y todo rematado al final por una serie de homenajes a vecinos antiguos del barrio, que terminaron de poner la nota que faltaba, a todo lo vivido en el viejo arenalejo de aquel antiguo arrabal.

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Santiago vive. Esa es la mejor noticia, y a poco que nos acompañe un poco la suerte, seguirá viviendo, por los siglos de los siglos..

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