Envite flamenco

Sólo con el título que le había colocado a su estreno para el Festival de Jerez, no cabía duda de que Andrés Peña venía al Teatro Villamarta apostando fuerte, tal y como se merece el principal espacio escénico de la ciudad que le vio nacer. Acompañado por un atrás excepcional, el bailaor jerezano mostró al mundo su ‘Órdago a la grande’ sin ningún as en la manga, más que su propio baile.

In crescendo, durante la hora y media que tiene de duración, Andrés Peña apuesta fuerte eligiendo unos contrarios que son capaces de ‘poner el pescado caro a quien tengan delante’. Arriesgando con su baile y apostando para ganar, en su inicio esconde sus cartas pero, llegado el momento, es capaz de envidar a quien sea necesario para mirar alrededor y mostrarlas sobre la mesa, demostrando que es capaz de enfrentarse al envite con el bailaor que lleva dentro.

Tomándose cada uno de los momentos como un juego en el que solo se puede ganar o perder, este espectáculo que cuenta con el cante de Miguel Soto ‘Londro’, David Carpio, Miguel ‘El Lavi’ y José Anillo y el toque de Jesús Guerrero junto con la percusión de Israel Mera, ofrece a un Andrés Peña que lanza un envite a la vida del que sale victorioso, aunque en su inicio pareciera lo contrario. Oscuro de luz y con más cante que baile en los primeros actos, incluida la vidalita que le coreografiara Eva Yerbabuena, no es hasta los fandangos de Huelva cuando Andrés Peña comienza a desplegar su baile y equilibra un órdago que estuvo a punto de parecer un farol.

Con los tangos, con Extremadura y Granada muy presentes, en el interior del revés de una mesa en el centro del escenario, gana el juego y empezaron a llegar los mejores momentos de este ‘Órdago a la grande’. Cante, baile y toque entran en un envite en equilibrio, donde los cuatro reyes del cante, tras entrar de forma momentánea en la caña, disputan con el protagonista su juego a la chica en unos abandolados en los que las bazas son los fandangos de Lucena, la rondeña, los verdiales y los fandangos de Frasquito Yerbabuena.

Con la soleá llega la hora de descubrir las cartas de este mus flamenco. Qué bonito es el cante cuando no se chilla. Enormes los cuatro del  atrás y la orquesta, y magníficos los movimientos de Andrés Peña que se olvida de lo que no es flamenco y saca ‘lo real’ del baile. Otro momento que guardar de este festival. Otro recital de soniquete buleaero y en la despedida, el Carpio enseña la clave de historia con una soleá de la Serneta que termina de descifrarla Andrés Peña cantando una nana que resuena en los cielos.