Un concurso con los premios desiertos

Con Rafaela Carrasco al frente, el Ballet Andaluz de Flamenco hace escala en Jerez dentro de la gira del espectáculo ‘En la memoria del cante: 1922’. Bajo un formato muy conceptual, se pretende recordar y homenajear a aquellos artistas que dejaron un importante legado artístico y que aún hoy son todo un referente a seguir. Partiendo del manifiesto de 1922, y pasando por las figuras más ilustres de cuantas haya dado el flamenco de la primera mitad del siglo pasado, se pone en escena una visión a distancia de unos acontecimientos que tienen ya casi un siglo de historia a sus espaldas.

De forma homogénea, sin sobresalir nadie sobre nadie, el elenco elegido para la composición del Ballet Andaluz de Flamenco no destaca la figura de ninguno de los componentes de forma visible, salvo una pincelada de Hugo López por siguiriyas a las que Manuel Torre le pone música enlatada, y la aparición en escena de Rafaela Carrasco, solo en la última coreografía, cuando emula a Juana ‘La Macarrona’ en unas cantiñas sobre el escenario. Todo lo demás, con una ejecución pulida y trabajada, tanto en los pasos a dos como en las coreografías grupales, queda carente de la transmisión necesaria para que te remuevas del asiento. Muy bonito, nadie lo duda, pero solo eso.

Durante casi hora y tres cuartos de espectáculo, se combinan grabaciones antológicas históricas de Ramón Montoya, Manuel Torre, La Niña de los Peines, Manolo Caracol y Don Antonio Chacón, con las voces de Miguel Ortega y Miguel Soto ‘El Londro’, que cada día está cantando mejor sin necesidad de tener que chillar el cante, y las guitarras de Juan Antonio Suárez ‘Cano’ y Jesús Torres, rindiendo tributo a un concurso, creado hace ya casi un siglo, para salvaguardar el flamenco de su extinción. Aún hoy seguimos escuchando esa frase de “esto ya no es lo que era” y todavía sigue vivo y coleando este arte universal.