Sin orden ni concierto

Tras varios años de lucha y propuestas, Domingo Ortega consigue subirse a las tablas de coliseo jerezano por primera vez, enarbolando en el título de su propuesta el carácter del baile de su tierra: Bailar al Cante. Esa y no otra, es la máxima que, a pesar de todo, no siempre se cumplió, quedándonos con sensaciones agridulces por los altibajos de un espectáculo con el que tendrán que arremangarse y ordenar de una manera más adecuada.

La escuela jerezana del baile tiene un denominador común, se escucha el cante y se le baila, cortito y al pie, y en las siguiriyas iniciales está desarrollado ese concepto a la perfección aun cuando esta fusione con unas alegrías de Córdoba, que por momentos es un paso y por momentos es un trío, donde el resultado quedó bastante desigual al entrar en competición tanto Sandra Guerrero y Mari Paz Lucena, yendo todo de más a menos conforme avanzaba el tiempo.

Dejando aparte los nuevos lazos en la música, con guitarra eléctrica incluida, el flamenco más ortodoxo vuelve al escenario de la mano de unos eternos tarantos con Sandra Guerrero como protagonista. Contagiado por el devenir de todo, también fueron de más a menos tras una buena salida de la bailaora pero el sonido envolvente del cajón no dejaba apreciar nada de cuanto ocurría en el suelo del escenario haciéndole falta un revulsivo a los más de tres cuartos de hora de espectáculo que llevábamos en el cuerpo.

Y este revulsivo vino a golpe de soleá, con Domingo Ortega de protagonista y ejecutando los tiempos igual que en la siguiriya, escuchando al cante, respetando los tercios y metiendo los pies en su sitio. Cerrándola con la primera de las apariciones de Fernando de la Morena con un soniquete marca de la casa, se finiquitaba con el baile a la reina de los cantes, dejando a Fernando en solitario con su particular trillera para darle paso a unas farrucas de corte manoletero y de bella factura por parte de La Negra.

Remontado el espectáculo, las alegrías de Cádiz con las que se cierra el mismo por parte de Domingo Ortega y con las que Fernando de Morena vuelve a sacar su repertorio buleaero más personal en sus últimos pasajes, nos indican que el fondo de todo cuanto tuvo lugar en el coliseo jerezano podría tener una mejor lectura con una revisión en el orden programado. Es un estreno y tiempo tienen para poder ejecutar esas modificaciones de orden porque los cimientos, y la base de la obra, tiene fuerza suficiente para poderse desarrollar de forma que mantenga al público con más atención que con la que algunos lo hicieron en el día de ayer en el patio de butacas.