Los códigos del flamenco

24/02/14 Flamencomanía David Montes

La versatilidad que tiene el flamenco y sus muchas facetas, es la propuesta de Carlos Carbonell en la Sala Compañía. Entrando en los diferentes registros que tiene, a modo de códigos, el escenario del antiguo convento jerezano se transforma en diferentes propuestas que nos dicen que el flamenco ha ido evolucionando a lo largo del tiempo pasando de ser el arte de la calle a ser considerado como una de las grandes maravillas de la cultura.

Diferentes propuestas nos llevan, por separado, los distintos recorridos que ha tenido el flamenco. Los códigos de conducta y las particularidades de cada escala en las que se etiqueta con un código distinto al flamenco, vienen de la mano de la guitarra de Miguel Pérez y el cante de Emilio Florido y la polifacética Ana Salazar, contando Carlos Carbonell también en la cita con la colaboración de Javier Latorre ejerciendo la cátedra y magisterio de la docencia.

Si bien el inicio es un tanto confuso, rápidamente nos damos cuenta que Málaga, la gran olvidada de las zonas cantaoras (todo el mundo siempre habla de Cádiz, Jerez, Los Puertos, Utrera y Sevilla) forma también parte del flamenco. Por malagueñas  y jaberas y verdiales abandoladas se le da cariño a la tierra boquerona a través del Chacón, el Mellizo y el Canario.

Bajo coreografía de Marcos Flores, el foco cenital marca la salida de la seguiriya para que Carlos Carbonell ponga etiqueta al código. Con el cante del Marrurro en la voz de Emilio Florido, el bailaor gaditano adopta formas arcenses y se raspa una seguiriya de buena factura antes de que se rescate a Lorca y su ‘Café de Chinitas’, plasmando sobre el escenario el paso del flamenco por los cafés cantantes.

El flamenco se fue y vino, es una música de ida vuelta, de un lado a otro del atlántico, de Cádiz a Cuba y de Cuba a Cádiz. El flamenco, no tienes fronteras, lo mismo llega a Japón que se planta en América y en ese continente a ritmo de guajiras y habaneras, bajo coreografía de Olga Pericet, con un paso a dos entre Ana Salazar y Carlos Carbonell, nos damos un paseo donde nos transportamos a ese ‘Cádiz con más negritos’ que dijera Carlos Cano.

No es concebible el baile sin la docencia, sin los maestros que han compartido conocimientos y han posibilitado que el baile esté viviendo cotas de máxima importancia en el panorama actual y, si hay un baile especialmente significativo, en el universo bailaor, esta es la Farruca. De la mano de uno de los grandes maestros, Javier Latorre, y simbolizando un estudio de ensayos, acompañado solo con la guitarra de Miguel Pérez, se sumerge en el compás que marca la bajañí para dejar impronta de su ministerio docente.

Para cerrar, la fiesta, el trasnoche, la jarana y la atracción por parte del público al flamenco no sería concebible sin los tablaos y las cantiñas donde los protagonistas son ‘doctores honoris causa’ ponen la última de las etiquetas y el último de los códigos con los que Carlos Carbonell ha inaugurado para la decimoctava edición del Festival de Jerez la Sala Compañía.

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