Poveda, hondo y 'jondo'

23/12/13 Flamencomanía Paco Sánchez Múgica

Intransigentes y separatistas hay a cada paso, en cada esquina, casi en cada ámbito de la vida. Pocos, en cambio, son los que se empeñan en aglutinar, derribar los muros y hacer ver y creer que es mucho más fuerte y hermoso lo que nos une que lo que nos separa. Ya sea frente a la deriva soberanista de Cataluña, ya sea frente al cuarto de la humedad donde residen los férreos puristas del ‘arte jondo’. Miguel Poveda ha cumplido ya 25 años de escalada hacia la cima de la música, muchos de ellos consagrado como faro de una nueva era para el flamenco. Solo su respeto profundo y su personalidad arrolladora sobre el escenario le han permitido, catalán y payo como es, sobreponerse a la mirada siempre hostil de esa ortodoxia flamenca perenne e incluso al acorralamiento que a veces ha sufrido ese ‘residuo’ de lo español en su tierra natal. Camaleónico y mimético, este badalonés sin miedo al contagio con lo que en principio nos es ajeno es probablemente el intérprete joven más completo y polifacético de la música española contemporánea. Con total autodeterminación volvió a demostrarlo este pasado fin de semana en Villamarta, donde ponía punto y final a la gira de 2013 con la que celebra el citado aniversario. Dos décadas y media en las que desde el respeto no ha dejado de evolucionar y de mezclarse cómo le ha dado la real gana, lo mismo con Luis el Zambo en la calle Nueva, que entregándose al fado con Mariza, que bebiéndose a sorbos los diálogos por tangos rioplatenses con Rodolfo Mederos. 

En un concierto dividido en tres partes, una primera dedicada a la poesía cantada, un núcleo central flamenco y otra con la copla como leit motiv, Poveda incluso ofreció una rica porción de lo que entendemos por Zambomba jerezana y tuvo tiempo para tres bises de regalo durante dos horas y tres cuartos de función en la que el referéndum, si es que lo hubo, fue rotundo y demoledor: el público le adora sí o sí. Y bien que lo hizo constar entre continuas ovaciones y fogosos vítores. Bajo la aportación medular del prodigioso piano de Joan Albert Amargós, el de Badalona empezó pleno de sensibilidad aunque algo frío al encadenar de entrada los versos cantados de Hernández, Lorca y Ángel González, ‘Para la libertad’, ‘Romance de la dulce queja’ y ‘Donde pongo la vida pongo en el fuego’, respectivamente. Sin perder en su voz y en su gesto interpretativo los componentes de épica y visceralidad que siempre le acompañan, y que a veces se pierden con cierta exagerada sobreactuación, el artista enlazó con su faceta propiamente cantaora. “Me siento cantaor”, se reafirmó a modo de confesión a viva voz.

Igualmente cómodo en estas lides, tras un interludio del guitarrista Jesús Guerrero por bulerías de vértigo, Poveda bajó al barro en una lucha cara a cara y a pecho descubierto contra el cante. Nuevos códigos, nueva musicalidad, idéntica solvencia. Repertorio más o menos clásico dentro de lo que le acostumbramos a ver y oír. Liviano y socarrón en las alegrías y bulerías de Cádiz, se adentró en una sepulcral malagueña prácticamente sin respiración, con la garantía emotiva de los dominadores del oficio y contrapunteando acto seguido con la aceleración de los abandolaos. Muy activo, también en el baile, en los tientos de Pastora y tangos del Titi que le sirvieron para entregarse a Triana, otra de sus tierras prometidas. Uno de sus dos palmeros de cabecera, Carlos Grilo, se animó a tocarle por soleá como paso previo a la geografía escarpada de la seguiriya, donde el toque admirable de Guerrero acomodó la queja de un Miguel Poveda templado y contundente. Remate por cabal y nuevas muestras de entrega, derroche y sentimiento sin paliativos. El recuerdo a Lole y Manuel con un mix de las canciones por bulerías ‘Por primera vez’ y ‘Todo es de color’ cerraron este bloque netamente flamenco en el que el artista catalán volvió a demostrar que su eco no será obviamente el más gitano y añejo del mundo pero sí uno de los que mejor suena y más emociona. A fe que el público entendió lo mismo.

El efectista ‘medley’ con el que arrancó la parte coplera dio pronto paso a una rica sucesión de piezas donde Poveda terminó de vaciarse y exponerse. ‘Vente tú conmigo’, ‘La senda del viento’, ‘Y sin embargo te quiero’ y ‘A ciegas’ dejaron claro que también es absoluto dominador de la copla, sepultada por etapas oscuras recientes de la historia de España y a la que ha sabido engrandecer quitándole moho y caspa. Quintero, León y Quiroga para desempolvar nuevamente un género con el que coquetearon muchos grandes del flamenco y para el que compositores como el jerezano Antonio Gallardo Molina legaron versos de gran belleza. Para él fue el particular homenaje que brindó el artista catalán interpretando sucesivamente ‘La luz de tus ojos grises’ y ‘Maldigo tus ojos verdes’. Puro deleite. Además tuvo tiempo de entonar junto a Juan Vargas, y medio patio de butacas, el villancico ‘Ya debió nacer’, de Fernando Terremoto, y ‘Los caminos se hicieron’, para pasar a clausurar el concierto con tres puñetazos sobre la mesa: ‘La leyenda del tiempo’, ‘Mis tres puñales’ y ‘Fuerza extraña’, versión de la canción de Caetano Veloso. Tres poéticos y desbordantes ejemplos de la versátil concepción que Miguel Poveda tiene de su forma de entender la música. Tan flamenca, tan heterogénea, tan de aquí, tan de allí. Sin fronteras, sin discusiones estériles. Siempre sumando, siempre construyendo sobre una voz, sobre todo, personal y libre. Soberana y ‘jonda’, muy honda.

Fuente: Blog Vinagre de Jerez
http://vinagredejerez.tumblr.com/post/70802958261/poveda-hondo-y-jondo

Video: Canal Vimeo Boasorte

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