Antonio Reyes, capitán con mando en plaza

02/08/13 Flamencomanía David Montes

La noche que cruza el ecuador de los Jueves Flamencos gaditanos, tuvo al apellido Reyes por protagonista. Antonio Reyes y su hermana Remedios fueron quienes, de forma muy distinta, le dieron contenido a la agradable noche con la que nos acogía el Baluarte de la Candelaria. Con una primera parte en formato recital convencional de cante y con una segunda donde la obra ‘Desde la Barrosa’ fue el hilo conductor, pudimos disfrutar de flamenco en palabras mayúsculas, mostrándonos los diversos perfiles que puede haber en una misma casa cantaora.

Acompañada de Pepe de Pura a la guitarra, fue Remedios Reyes la encargada de abrir plaza. La cantaora chiclanera, con las palmas de Tate Núñez y Diego Montoya, se sumergió en unas alegrías de apertura en las que no le tembló el pulso para pelear acompasadamente cada uno de sus tercios. Con una voz, a medio camino entre lo nasal y lo brillante, templo la soleá en formato allegro, donde los estilos jerezanos y utreranos fueron los protagonistas. Por tangos, Jerez, la Bahía y Granada entraban a la perfección con los sones de Los Puertos que le ofrecía Pepe de Pura, falseteando con su guitarra letras caracoleras o partituras de Diego del Gastor.

Por fandangos, terremoteros a mas no poder los dos primeros, remató el tercero acordándose de La Perla y cerró la serie en valiente caracoleando, antes de cerrar su actuación por bulerías de la Perla, dejando un muy buen sabor de boca. A esta cantaora chiclanera, al que un polifalsético Pepe de Pura le dio el acompañamiento justo y necesario, no se le puede negar la afición y el estudio, en el que se ha ganado un ‘progresa adecuadamente’ como dirían en el colegio, en su curso académico artístico.

La segunda parte de la noche, tras el obligado descanso, tenía a un esperadísimo Antonio Reyes por protagonista. Con el espectáculo ‘Desde la Barrosa’ que estrenara en el Teatro Moderno de Chiclana, rinde homenaje a grandes artistas del flamenco. Acompañado por el piano de Sergio Monroy, las guitarras de Antonio Higuero y Manuel Jero, el violín de Sophia Quarenghi y el soniquete de Tate Núñez, Diego Montoya y Juanillorro, las dos horas de espectáculos rindieron tributo a Camarón, Mairena, Caracol, La Perla o Manuel Torre, entre otros.

Cada día que pasa, el eco de Antonio Reyes coge mejor son y sabiduría. La Nana del Caballo Grande de Camarón, solo con el piano de Sergio Monroy, le sirvió para asentarse en las tablas e ir cogiendo sitio. Con el Romance del Conde Sol de Mairena, ya tenía más de medio respetable en el bolsillo y con los tangos lío el taco. Es uno de sus palos fuertes y lo sabe. Atemperado, acompasado, cómplice con la guitarra de un enorme Antonio Higuero, como pueden ver en el video, puso al público en pie con un cierre por fandangos de Alosno en valiente, del que nos acordaremos con el paso del tiempo.

Las farrucas de Manuel Torre, pero con la variante que le introdujo Mairena, fueron el relevo necesario para apaciguar los ánimos y continuar disfrutando de la noche antes de entrar en el universo de la reina de los cantes, la soleá. Y llegó otro de los platos fuertes de la noche. Con los duendes rondando por el Baluarte de la Candelaria, las pulsaciones ‘Jero’ le llevaron en volandas por las sendas que marcó en su día Juaniquí, Fernanda o la Niña de los Peines.

En la Zambra, como no podía ser menos, Caracol se hizo presente. Manuel Ortega ‘Caracol’ no podía faltar a la cita, y menos estando Antonio Reyes sobre el escenario. Comenzando por La Niña de Fuego, al compás que le marcaba el piano de Sergio Monroy, junto con su esposa, la bailaora Patricia Valdés, recrearon aquellas míticas estampas que viviera Caracol junto a Lola Flores, en la primera intervención de la bailaora como artista invitada.

Dos horas de duración necesitan un receso, y este vino de un mano a mano por bulerías entre Antonio Higuero y Manuel Jero. ‘Enmoraitado’ hasta la médula el primero y completamente ‘enjerado’ el segundo,  dieron un auténtico recital de soniquete jerezano de primas y bordones. El piano de Sergio Monroy nos introdujo la continuación a modo de zambra. La Salvaora. Nada más y nada menos. De nuevo solo ante el piano, se enfrentaba a uno de los clásicos de quien se confiesa Antonio seguidor y aprendiz. Magnífica la ejecución.

Como preludio del fin de fiesta, faltaba uno de los cantes grandes, la seguiriya. Dos ‘ays’ enmarrurados sacaron de su letargo a Patricia Valdés para entrar en el universo del cinco por ocho siguiriyero, que acabaron al son de trianeras tonás rematadas con el cambio de Manuel Molina al volver al cante primigenio. Patricia Valdés nos recordó tiempos pretéritos con su baile como cierre de esta obra, a la que le pusieron la guinda con un fin de fiesta a modo coral con todos los participantes del tercero de los Jueves Flamencos.

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