Dos culturas que intentan darse la mano

Con bastante expectación, llegamos a la Sala Compañía para presenciar como dos culturas intentarían darse la mano. Japón y España, España y Japón, están conmemorando este año el cuarto centenario de los lazos de amistad que unen a ambos países y, como no puede ser de otra forma, el flamenco iba a ser el protagonista.

Bajo la denominación de ‘Samurai Flamenco’, durante casi dos horas, la compañía que forma la gira trata sin nexos aparentes el baile flamenco, intentando rememorar, por momentos, estampas de grandes bailaores de antaño. Con una escolta de lujo, capitaneada Juan José Amador y Enrique ‘El Extremeño’ al cante y la guitarra de Paco Iglesias, el cuerpo de baile compuesto por Saorí, Iván Vargas y Carlos Carbonell, fue desgranando bailes uno a uno sin ningún tipo de hilo conductor.

Unos tangos de tintes mariomayescos abrieron plaza. Un interesante paso a dos a compás de soleá por bulerías tomó el relevo para seguir con unas tarantas donde El Extremeño estuvo de bien p’arriba. Unas cantiñas, bailadas fuera de sitio y alrededor de un foco cenital que parecía que quemaba y no había manera de que bailaran dentro de él. Un baile por caña rematada con un polo, que se iba a y venía romanceándose cuando quería, dieron cobertura a una primera parte donde, las poco más de 30 personas que se dieron cita en la Sala Compañía, nos preguntábamos que nos iban a mostrar a continuación ya que no teníamos programa que nos guiara.

La segunda parte, en su apertura, trajo uno de los pocos guiños a la tierra del sol naciente. Vestida con el traje típico, Saorí comenzó a bailar con una catana como complemento, al tiempo que la tonás acompañaban a la bailaora. El relevo el baile llegó por seguiriyas. Sobrias y bien plantadas fueron de lo mejor de la noche, a no ser por quien controlaba las luces que parecía jugar al juego de la oca. Unas guajiras donde ‘la sordita’ se nos vino al recuerdo, dieron la continuación antes de entrar en unos cantes abandolados donde los fandangos de Lucena y las verdiales fueron las protagonistas antes de poner el punto y final por soleá, dejandonos la sensación de que la secuencia de los bailes, planteada de otra forma, nos hubiera hecho mas amena la cita.