Crónicas Toscanas 2013 (IV)

22/07/13 Cofrademanía Enrique Víctor de Mora

El campanario imposible

Los golpes resonaron con una fuerza que hacía presagiar que algo había ocurrido. La madrugada dormía un sueno de oscuridades y luna débil sobre la república marinera de Pisa, que parecía turbarse inesperadamente por aquel sobresalto. El Maestro arquitecto Tommasso di Andrea Pisano se espabiló sobresaltadamente, saltó de la cama y fue hacia la ventana. La abrió, y el frío glacial del invierno pisano abofeteó sin piedad su rostro.

- ¿Quién va? La voz del maestro sonó como un Te Deum solemne en la noche gélida.

- Maestro Tomasso, soy Illario. Ábrame la puerta por favor, es muy urgente.

El Arquitecto bajó las escaleras arropado por su capazo, sin calzarse, y con la lámpara de junto a su cama, que iluminaba débilmente la larga escalinata. Mientras bajaba se barruntó: "algo ha pasado con el campanario, seguro.. oh Dios mío..”

No le faltaba razón. Al abrir la puerta, el fiel Illario, su geómetra preferido de todos con los que había trabajado, entró como empujado por un resorte, mientras explicaba, todavía jadeante por la carrera, desde el Campo dei Miracoli hasta aquel palacete del Lungarno:

- Maestro, debe venir rápido, ha ocurrido otra vez. Es la Torre, señor. Se oyen extraños ruidos en la base. Los guardias de la obra dicen que incluso se está moviendo. Aprisa Maestro, puede ocurrir lo peor.

Tommasso Di Andrea profirió una imprecación apenas audible, y subió de dos en dos los gastados escalones. Se desvistió lo más rápidamente posible, se puso su camisa de lana más gruesa, el jubón, la capa, el sombrero, las botas, y bajó de nuevo hacia la calle. Illario había dado orden de que un coche de caballos fuera hacia el Lungarno mientras él corría veloz para ganar tiempo. Juntos montaron en el coche, cruzaron el puente, pasaron el Borgo Stretto, y llegaron por Via Santa Maria a Miracoli. Las antorchas iluminaban todo el lugar. Había comenzado a  llegar gente. La milicia pisana contenía a los curiosos, mientras las distintas autoridades, civiles y eclesiásticas, comparecían en el lugar de la presunta tragedia.

Mientras llegaron, Tomasso rememoró con tristeza e impotencia los infortunios de aquella Torre que iba a servir de airoso y esbelto campanario a la imponente Catedral, con su no menos imponente Baptisterio, componiendo un conjunto único en aquel tiempo. Pero desde casi el inicio de su construcción, cinco años después para ser exactos, en 1178, con apenas tres pisos construidos, comenzó a inclinarse hacia el norte. Casi un siglo parada, desde entonces hasta 1272, cuando Fernando Di Vincenzo terminó los pisos de arcadas y ocurrió la derrota de Meloria, a manos de los enemigos Genoveses. Ahora, en 1372, cuando Pisa mostraba síntomas inequívocos de una decadencia que nunca la volvería a su lugar, y cuando tras incontables esfuerzos económicos se pudo rematar el campanario de la Torre, ésta volvía a moverse inesperadamente.

- Parece que esta vez es hacia el sur, maestro. La voz de Illario despertó al arquitecto de sus rememoraciones históricas.

- Tomasso bajó del coche, y entre la guardia y los curiosos avanzó hacia la torre. Acompañado de su fiel Illario, entró en su interior con una antorcha. Pidió más luz. Rápidamente, diez o quince antorchas brillaron en la base interior. El arquitecto comprobó, auscultó, golpeó.. así hasta el amanecer. Más de cinco horas escudriñando los rincones, subiendo hasta el campanario, midiendo, calculando..

El amanecer descompuso su cuerpo cansado pero aun vigoroso. Cuando salió de la torre, un murmullo de incertidumbre recorrió el Campo dei Miracoli.

- Efectivamente es hacia el Sur esta vez, Illario. ¡Oh, Señor! ¿Hasta cuándo va a durar esta travesía del desierto con este campanario que parece poseído de un poder demoniaco de torcerse y volver a torcerse? Ahora que todo parecía en orden, que habíamos trabajado para tratar de enderezar lo que otros hicieron mal, y que las campanas sonarían por fin.. ahora vuelve la torre a tomar vida propia y moverse como un gigante a disgusto..

- Tal vez, maestro, pienso, lo he pensado muchas veces, que este sea el destino de este singular campanario, musito Illario cerca del maestro. Tal vez no nos sea dado a nosotros y a nuestra ciencia de la arquitectura y de la geometría poner remedio a lo que, quizás, Nuestro Señor, por un escondido designio, quiere que sea así. Yo, maestro, aunque no alcanzo a comprender por qué el Todopoderoso permite que se tuerza lo que para su Gloria va a servir, me consuelo pensando que algún día la fama de esta construcción estribe precisamente en su defecto.

El maestro Arquitecto Tomasso Di Andrea Pisano miró a su geómetra, entre confundido y admirado.

- No lo había pensado, Illario. No se me ocurriría nunca pensarlo, no por llevar la contraria a Nuestro Salvador, sino porque yo, aunque hombre de Fe y cristiano probado, soy también hombre de ciencia, y pienso que la ciencia descansa en última instancia en la infinita sabiduría y voluntad del Padre Eterno. Como bien dice el filósofo Juan Duns Scoto..

..y comenzó de nuevo, con sus largas disquisiciones frente a su amigo y ayudante, que gustaba de rebatirle con los argumentos oponentes del Aquinate.. en medio de aquella tragedia, dos hombres de ciencia filosofaban en el invierno de 1372, en la ya decadente Pisa. Lo que el maestro arquitecto no podía adivinar es que, aquellas extrañas palabras de Illario, llevaban inscritas toda la razón del mundo. Aquella Torre, debería ya por siempre su fama y su nombre... a ser una torre defectuosamente construida desde sus cimientos.

¡Bendito defecto aquel que nos dio, para el Arte, un monumento único en el mundo!

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