Jesús Méndez, cantaor con mando en plaza

19/07/13 Flamencomanía David Montes

La cita inaugural de la trigésimo primera edición de los Jueves Flamencos gaditanos, tenía una composición que la hacía más que interesante. La pacense Esther Merino como artista novel, la sanluqueña María Mezcle como artista curtida y Jesús Méndez como figura de la noche, junto con el baile de Juan Ogalla, hacían que no fuera poca la expectación levantada y el público respondió llenando el Baluarte de la Candelaria en esta primera de las noches flamencas que nos ha programado este año la Peña Flamenca ‘Enrique El Mellizo’.

La primera en salir a escena, tras un acto protocolario de despedida del presentador habitual de la cita, tras tres décadas ininterrumpidas realizándolo, y otro de agradecimiento a Manuel Martín Martín por su colaboración en el homenaje realizado a Antonio Benítez, fue la cantaora pacense Esther Merino, que irrumpía por tangos en la primera de sus intervenciones. Acompañada por Pepe de Pura a la guitarra y las palmas de Diego Montoya y Tate Núñez, por soleá, paseándose por Alcalá, Cádiz y la soleá apolá, prosiguió su actuación. En tercer lugar llegaron las obligadas alegrías, entre las que entremezcló algún mirabrás, para meterse después en el terreno de la siguiriya, en las que se complicó la vida sin necesidad con letras de Tomás Pavón o El Marrurro, y cerrar por bulerías, de la casa de los Méndez, concretamente Paqueras, cien por cien. Cantaora con torrente, con fuerza de voz, que tiene aún un largo camino de aprendizaje y, sobre todo, de estructuración de secuencia de cantes. Tiempo tiene aún para aprender porque lo fundamental, la juventud y las ganas, no le faltan.

El relevo lo tomó la sanluqueña María Mezcle. Cantaora de largo recorrido, alumna de la escuela de Domingo Rosado, más asentada en los terrenos que pisaba, nos sorprendió con un cante poco habitual cuando se está ‘adelante’, la farruca.  Clasicismo de letras a las que acompañaba Adriano Lozano con su guitarra que nos llevaron con el tran-tran-tran-trantreiro hasta una descompasada Bulería por Soleá a mil por hora. Por siguiriyas, se acordó de Don Antonio Chacón en la salida, del Mochuelo y el Marruro en las letras más lacerantes y de María Borrico para cerrar el cante y dar paso a unas cantiñas en las que, afortunadamente, el compás volvió a su sitio y pudimos disfrutar del cante de la sanluqueña María Mezcle, antes del obligado descanso aunque el personal estuviera degustando viandas y caldos en sus mesas durante las actuaciones.

De los cuatro componentes de cartel, tras el descanso se nos comunicó que el bailaor Juan Ogalla debía de suspender su actuación debido a un problema, con el suelo acústico instalado sobre el escenario, que le hacía imposible mostrar su baile. Entendemos que los montadores de espectáculos han de saber que los suelos de baile han de ser antideslizantes y que los refrescos de cola no son el remedio adecuado ante tamaña metedura de pata, así que no pudimos ver al bailaor gaditano y nos quedamos con las ganas aunque aún quedara una bala en la recámara del Baluarte.

La última bala, la de la recámara, era un valor seguro. Jesús Méndez llegó al Baluarte de la Candelaria, con su inseparable Manuel Valencia, para dar un auténtico recital de cante y demostrar que tiene mando en plaza en esto del flamenco. A pesar de su corta edad, posee todos los mimbres para ser considerado ya una de las principales figuras del cante y cada festival en el que está presente da muestras de tener la cabeza llena de cante.

Unos martinetes que engarzó con el cante de las canastas fueron el aperitivo con el que calentó su voz y a todo el Baluarte. La Soleá por Bulerías posterior fue todo un derroche de compás, medido como si tuvieran un metrónomo delante, y un sabor a plazuela inconfundible, un sabor a cuna y casta cantaora. Unos fandangos, dedicados al cantaor Antonio Reyes, presente entre el público, fueron un derroche de voz donde no le hizo falta micro para que lo escucharan hasta en la Punta de San Felipe. Por siguiriyas, el binomio Méndez-Valencia hizo que aparecieran esos famosos duendes del flamenco con un espectacular cierre cabal del Sernita con los ‘moros a caballo y los cristianos a pie’.

Como colofón al recital, la bulería de su casa estuvo presente en las letras de su tía abuela Paquera y de su suegra Manuela Méndez ‘La Chati’, a las que aderezó con unas caracoleras zambras a compás de bulería que remató con una pataíta, levantando al público de sus asientos en reconocimiento a una de las primeras figuras del cante que tiene el flamenco en la actualidad.

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