Absolutamente extraordinario

Haciendo caso a la vieja aseveración que garantiza que una imagen vale más que mil palabras, sólo hace falta mirar las estampas que el traslado de la Hermandad del Cristo nos dejó en la tarde del pasado sábado, para comprender todo lo grande que la cofradía regaló a la ciudad, en este 'Viernes Santo' especial que los cofrades de la Ermita de San Telmo se inventaron en mitad del mes de junio.

Y poco más. Bueno, poco no, mucho, muchísimo, pero cómo osar competir con la escritura, contra lo que los ojos van contando ante estas fotografías.

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Dos regalos. El paso del Cristo, con sabor a antiguo, y el paso de la Virgen del Valle, convertida en dolorosa de negro. El primero de ellos, con estreno de una vela oscura procedente de los talleres de Herederos de Elena Caro, que recuperó para el crucificado, esa imagen añeja que ya ni se recordaba por el Campillo. Además, melena nueva, y sudario nuevo, con dos varas de azucenas de plata para rematarlo. Espectacular. Y de cierre a todo, plata en vez de hierro. Faroles en vez de candelabros. En esto, división de opiniones, aunque en cualquier caso, solemnísimo. Las flores, silvestres, como antes. Y en lo musical, acompañamiento de capilla musical ante el paso. Da igual. Al Cristo le sobra todo esto. Él es quien es, y ya está.

En cuanto a la Virgen del Valle, otro regalo. Caminó sobre el paso del Prendimiento, alumbrada por la candelería de la Virgen del Traspaso, y si bien las dimensiones taparon en exceso a la dolorosa, el conjunto fue bueno en líneas generales. Clavel blanco para Ella y ropa negra bordada en oro, y detrás, la banda 'Acordes de Jerez', interpretando un repertorio de marchas clásicas y fúnebres. Un choque sin duda para lo que esta Virgen nos enseña cada año, pero fue el estilo que quiso la cofradía, y tampoco resultó extraño, ni mucho menos.

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Y así, con estos planteamiento, se marchó la Hermandad del Cristo a Santo Domingo, donde esta semana entrante tendrán lugar los cultos conmemorativos del 425 Aniversario de la corporación. Un paseo hermoso en el que a veces no hubo mucho público, pero que dejó destellos grandes, como el paso por el barrio, por San Miguel, por Tornería, o por San Juan de Letrán, donde incluso llegaron a entrar ambos pasos.

Lo dicho, un sábado absolutamente extraordinario, que nos regaló para nuestra historia particular, dos estampas que quizás no volvamos a ver nunca más. Por ello, mereció la pena estar, y contárselo a todos ustedes..

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