El día de la marmota

Tras cuatro años de ausencia sobre los escenarios, el Teatro Villamarta acogía la reaparición de Antonio Márquez que, para conmemorar los dos premios obtenidos en el Festival de Jerez en el pasado, nos traía de nuevo a las tablas del coliseo jerezano las dos producciones que fueron galardonadas con el premio de la crítica, ‘Boda Flamenca’ y ‘Bolero’ de Maurice Ravel, bajo el título de ‘Siempre Antonio’.

Echando el falta después de tanto tiempo, que nos presentara algún pasaje nuevo, los movimientos de la Boda Flamenca se desarrollaron bajo la coreografía que, en su día, diseñaran Matilde Coral, Currillo y él mismo, no tenemos que dejar de reconocer que a la obra no le hace falta guion ni pase de mano que la explique porque se puede seguir perfectamente cada uno de los pasajes que acontecen aun cuando, en ciertos momentos, el exceso de tráfico sobre el escenario nos hace perder el hilo de lo que ocurre.

Para la segunda parte, el juego de luces, color y movimientos de la continua melodía a la que se le van incorporando instrumentos que componen una de las piezas más conocidas de la historia de la música como es el Bolero de Maurice Ravel, entró en escena sin descanso alguno, cosa que hizo posible no alargar en demasía todo el espectáculo.

Jugando con los pasos a dos, a tres, a cuatro y de forma coral, la coreografía pasa primero por la danza española más actual y vanguardista, pasa por el flamenco en algunos pasajes y se aproxima finalmente a la danza española más clásica.

Con una cuidadísima puesta en escena, donde todo estaba milimétricamente calculado, tanto en movimientos como en luz y sonido, 'Siempre Antonio' nos devolvió de nuevo al año 2003 cuando se alzara con el premio que le otorgó la crítica del festival de ese año y que, afortunadamente, nos mostraron a un Antonio Márquez menos protagonista y narcisista que en el pasado.

David Montes
@Flamencomania