El toro de la vida, la muerte y el olvido

25/02/13 Flamencomanía David Montes

El Ballet Flamenco de Andalucía traía la visión de Lorca sobre la vida y muerte de su amigo Sánchez Mejías. A través de la elegía que escribiera el Poeta sobre la suerte que corrió el torero sevillano, la compañía que dirige Rubén Olmo plasmó sobre seis escenarios distintos la vida, la muerte y el viaje por el más allá de este polifacético personaje de clan del 27.

La primera parte, la que hacía referencia a la vida, estuvo cargada de alegría donde lo mas destacable fueron las bulerías iniciales de las juergas típicas andaluzas de principios del siglo pasado donde, con una ronda de desplantes y pataitas, toda la compañía tuvo su momento protagonista y que fue acto previo a esos escarceos que, a través del Fuego Fatuo, salpicaban la vida de todo buen vividor de la época. Unos tangos granadinos cargados de despecho, nos trajeron a una Patricia Guerrero en estado puro y que, encarnando a la esposa del torero, desafortunadamente, tuvo un papel demasiado escaso como primera bailaora.

La segunda de las tres partes, centrada en la cogida del torero en la Plaza de Manzanares, llegó precedida de la voz de Antonio Canales recitando aquello de “a las cinco de la tarde…” donde la lírica y el toreo se fundieron en los brazos de Rubén Olmo moviendo el capote como si de un mantón se tratara, jugando con el percal blanquiazul con una facilidad extraordinaria, y que sirvieron de antesala de “cesión de trastos” a Eduardo Leal que ejercía de torero y que, en compás de soleá por bulerías, fue encontrando una muerte que, en la enfermería, le ganó la pelea a la vida al son de una seguiriya donde Cristian Guerrero canta ‘de bien p’arriba’.

La tercera de las partes, donde el alma etérea del torero protagonizaba el último de los tres pasajes, la lírica es la protagonista. El Ballet Flamenco Andaluz cambia el tacón por la zapatilla y, con la música de Riqueni, todo un recital de formas y movimientos y donde el teclado, la batería y el saxo son los que cuentan los ochos de los movimientos de Rubén Olmo, finalizan con un paso a dos lleno de carga emotiva entre el coreógrafo y Eduardo Leal quien, con música enlatada, traspasa de la mano de Rubén Olmo a ese mas allá del eterno descanso y el toro del olvido se encarga de todo lo demás.

David Montes
@Flamencomania

Fotografías: Javier Fergo
Video: Festival de Jerez TV

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