La semana pasada fueron los homenajes, discursos, reconocimientos. Al fin
llegó el día tan largamente ansiado, y sin embargo tan temido. Pretendía irse
en silencio, sin llamar la atención. Un día salir por la puerta, como tantos
otros a lo largo de muchos años, y simplemente que su voz dejara de resonar en
las aulas que tanto amó. Pero ella, que tantas cosas ha sido capaz de hacer, no
consiguió este último empeño. ¿Cómo hacer callar las voces de tantas personas
que la han rodeado? ¿Cómo silenciar los sentimientos de sus compañeros y
compañeras y de todo el alumnado? No es fácil traspasar la puerta que marca el
fin de una etapa. Es cierto que supone un descanso, merecido después de tantos
años de docencia, pero no es menos cierto que supone a renunciar a una parte
muy importante de lo que ha supuesto para ella, no solo un trabajo, sino una
vocación, una pasión, una manera de ver y entender el mundo, la vida, a través
de los ojos de esos chicos y chicas, que durante años han compartido su vida.
Ha sido una semana intensa, emotiva, dulce y alegre. No creo que se pueda
olvidar fácilmente ese abrazo colectivo en que se fundieron todos sus tutorados
con ella. No es fácil olvidar las lágrimas de tantos chicos y chicas que
querían despedirse de ella. Y que es que para todo ese colectivo que supone el
alumnado, ha sido mucho más que su profesora, ha sido su amiga, su confidente,
su consejera. Ha sido aquella persona que, estando a su lado, ha sabido
llevarlos hasta ahora. Han sido años de conocimiento, de respeto mutuo, de
cariño, de mutua confianza y de mutuo apoyo.
La otra cara, la otra vertiente, la pusieron sus compañeros y compañeras
e la despedida que le hicieron. Los miembros del Departamento, entre los que
había antiguos alumnos y alumnas, así como la dirección y la responsable de
Igualdad, en sus palabras expresaron, no sólo con palabras, sino con el
corazón, lo que había supuesto el trabajar con ella, y tenerla como compañera.
Ahora ha llegado el momento del descanso, de abrir la puerta que la ha de
conducir a su “cuarto propio” por
el que tanto ha luchado. Atrás queda una labor bien hecha. Una docencia en la
que ha sabido mostrar a o largo de los años, la belleza, el encanto, el amor
que sentía por su profesión, por las asignaturas que impartía, Geografía,
Historia, o su amada Historia del Arte, que tantas vocaciones ha suscitado.
Algunos de los compañeros actuales de su Departamento lo son gracias a ella. En
sus clases de Arte ha sabido emocionar a un alumnado que, probablemente, al
comienzo del curso no si imaginaban siquiera que pudieran llegar a disfrutar
tanto con unas clases, que ella sabía convertir en mágicas, en auténticos y
fascinantes viajes al mundo de la belleza y del sentimiento, de la
sensibilidad.
Los últimos años de docencia, los mejores sin duda, en los que ella ha
alcanzado la plenitud, no sólo en la docencia, sino también y sobre todo, como
persona, como mujer, su labor, su interés fundamental ha sido la lucha por la
igualdad, la lucha por los derechos de las mujeres, la educación en valores y
su combate sin cuartel al machismo imperante en los centros, propio de una
sociedad patriarcal. Han sido años duros, difíciles, pero fructíferos. En su
Centro, El I.E.S. Caballero Bonald, ahora después de años, se puede hablar sin
tapujos de igualdad de género, de acoso, de violencia. Porque ella, con su
esfuerzo y tenacidad, ha sabido abrir un camino, el de la igualdad, que ya es imposible
de cerrar. Así, se lo han recordado todos y todas, compañeros y compañeras y todo
el alumnado. Su lucha por la igualdad, su educación en valores, es una de las cuestiones
por la que permanecerá en el recuerdo de muchas de las personas que han vivido
estos años junto a ella.
Ahora, en estos días, cuando se acostumbre, cuando pueda asimilar todas
las emociones, todo el cariño, todo el amor de tanta gente, podrá entrar en su
cuarto propio. Podrá releer a su admirada Virginia Woolf. Pero es necesario que
sepa que deja una huella, un espacio muy difícil de llenar.
Hasta siempre Loly