Después de pasear por Arcos, nos
aumentan las ganas de recorrer la Sierra de Cádiz porque es disfrutar de
parajes de singular belleza, pero también saborear el encanto de unos pueblos
bañados por la luz y resplandecientes de cal blanca que reverberan a la luz del
sol. Aprovechando las vacaciones veraniegas o los días de descanso, podemos
seguir recorriendo nuestra trierra. Para seguir la ruta serrana nos bastará con
los que salpican la provincia de Cádiz, y que en otra ocasión podemos prolongar
por la de Málaga. No sólo encontrará el viajero parajes naturales que atesoran
la riqueza de una reserva biológica de singular valor, sino que irá
descubriendo a su paso joyas monumentales que permitirán que su memoria se
remonte a lejanos momentos históricos que dejaron su huella en las localidades
que recorra.
Pueblos
blancos como Arcos, Bornos, Espera, Villamartín, El Bosque, Prado del Rey,
Ubrique, Alcalá de los Gazules, Grazalema o Benaocaz. Ellos nos irán
descubriendo una arquitectura sorprendente, a la vez que sencilla, que revela
una forma de entender la vida, de vivir, y un sentido del paisaje y de la
estética asombrosos. Iniciar desde Arcos de la Frontera el camino de la Sierra
que atraviesa entornos naturales como el Parque Natural de la Sierra de
Grazalema, nos dan la posibilidad de recorrer una de las rutas más conocidas de
Andalucía: la ruta de los pueblos blancos.
Arcos
de la Frontera, nos sirvió como inicio del recorrido. Su Castillo y la vista de
la campiña que se extiende a sus pies, nos darán respiro amplio y cumplido para
adentrarnos en la sierra, desde este emblemático arranque. El de Arcos no será
el único castillo que veremos en nuestro recorrido, pues encontraremos otro de
origen árabe en Espera o en Bornos, donde veremos el del Fontanar, a cuyo
alrededor se instalaron entre los siglos XVII y XVIII familias como los Ordóñez o los Pintados cuyas casas
señoriales se conservan aún en la localidad, pero es que allí mismo podremos
ver el Palacio de los Ribera, o descubriremos más tarde las ruinas del Castillo
de Pajarete, en el camino entre Villamartín y Prado del Rey, o la fortificación
árabe de Olvera, que campea dominando la silueta de este pueblo, declarado
conjunto histórico artístico en 1983. Pero es que, si queremos, podemos remontarnos
más atrás en la historia y llegar a Ubrique que no es, ni más ni menos, que de
fundación fenicia y donde, incluso, podemos encontrar ruinas romanas. En esta
localidad –corazón de la marroquinería- veremos iglesias como las de Nuestra
Señora de la O, la de San Pedro o la de San Antonio, o la del convento de
Capuchinos. No son las únicas dignas de ser visitadas, porque en Espera tenemos
la de Santa María de Gracia, en Bornos la de Santo Domingo de Guzmán o la del
Convento del Corpus Christi; en Prado del Rey, pueblo encantador y hospitalario
donde los haya, la iglesia de Nuestra Señora del Carmen. A poquísimos
kilómetros, en El Bosque, la de Santa María de Guadalupe, o en Grazalema, ya en
el corazón de la ruta, la de Nuestra Señora de la Aurora. Pero no por menos
monumentales son las únicas que visitar en la ruta. Edificios civiles como el
Palacio de los Topetes, en Villamartín, o el Ayuntamiento barroco de Benaocaz,
ambos serán también jalones importantes en nuestro viaje.
Pero,
aun así, lo que constituye la principal belleza de estas poblaciones, con
trazados de sabor árabe, es la blancura de sus casas y la pintoresca
arquitectura urbana. Y si queremos descubrir lo que Federico García Lorca
calificó de “Cádiz auténtico y entonado” y definió como “íntimamente andaluz”,
no podemos dejar de acercarnos a Alcalá de los Gazules. Sus plazas, su trazado
y el verde de los alcornocales del entorno constituyen un deleite para el
viajero. Y el Gastor, balcón de los pueblos blancos y emblemático enclave.
La
rica gastronomía de estos pueblos serranos puede acogernos y restaurar nuestras
fuerzas en cualquier punto del camino. Y
mientras disfrutamos del bello paisaje, contemplando alcornoques y pinsapos
–una joya de la naturaleza que aquí podemos contemplar- aún podremos observar
surcar los cielos con su majestuoso vuelos al águila real y a la imperial, y
descubrir posado en las rocas a algún buitre.
Los
pueblos blancos, un deleite para la vista y un encuentro singular con la
naturaleza privilegiada que los rodea. El viajero no quedará defraudado
recorriendo esta ruta que sólo ya en la provincia de Cádiz dará plena
satisfacción a su viaje.