Blancos de cal y sol

01/07/17 +Jerez Juan Félix Bellido
Después de pasear por Arcos, nos aumentan las ganas de recorrer la Sierra de Cádiz porque es disfrutar de parajes de singular belleza, pero también saborear el encanto de unos pueblos bañados por la luz y resplandecientes de cal blanca que reverberan a la luz del sol. Aprovechando las vacaciones veraniegas o los días de descanso, podemos seguir recorriendo nuestra trierra. Para seguir la ruta serrana nos bastará con los que salpican la provincia de Cádiz, y que en otra ocasión podemos prolongar por la de Málaga. No sólo encontrará el viajero parajes naturales que atesoran la riqueza de una reserva biológica de singular valor, sino que irá descubriendo a su paso joyas monumentales que permitirán que su memoria se remonte a lejanos momentos históricos que dejaron su huella en las localidades que recorra.             Pueblos blancos como Arcos, Bornos, Espera, Villamartín, El Bosque, Prado del Rey, Ubrique, Alcalá de los Gazules, Grazalema o Benaocaz. Ellos nos irán descubriendo una arquitectura sorprendente, a la vez que sencilla, que revela una forma de entender la vida, de vivir, y un sentido del paisaje y de la estética asombrosos. Iniciar desde Arcos de la Frontera el camino de la Sierra que atraviesa entornos naturales como el Parque Natural de la Sierra de Grazalema, nos dan la posibilidad de recorrer una de las rutas más conocidas de Andalucía: la ruta de los pueblos blancos.  Arcos de la Frontera, nos sirvió como inicio del recorrido. Su Castillo y la vista de la campiña que se extiende a sus pies, nos darán respiro amplio y cumplido para adentrarnos en la sierra, desde este emblemático arranque. El de Arcos no será el único castillo que veremos en nuestro recorrido, pues encontraremos otro de origen árabe en Espera o en Bornos, donde veremos el del Fontanar, a cuyo alrededor se instalaron entre los siglos XVII y XVIII familias  como los Ordóñez o los Pintados cuyas casas señoriales se conservan aún en la localidad, pero es que allí mismo podremos ver el Palacio de los Ribera, o descubriremos más tarde las ruinas del Castillo de Pajarete, en el camino entre Villamartín y Prado del Rey, o la fortificación árabe de Olvera, que campea dominando la silueta de este pueblo, declarado conjunto histórico artístico en 1983. Pero es que, si queremos, podemos remontarnos más atrás en la historia y llegar a Ubrique que no es, ni más ni menos, que de fundación fenicia y donde, incluso, podemos encontrar ruinas romanas. En esta localidad –corazón de la marroquinería- veremos iglesias como las de Nuestra Señora de la O, la de San Pedro o la de San Antonio, o la del convento de Capuchinos. No son las únicas dignas de ser visitadas, porque en Espera tenemos la de Santa María de Gracia, en Bornos la de Santo Domingo de Guzmán o la del Convento del Corpus Christi; en Prado del Rey, pueblo encantador y hospitalario donde los haya, la iglesia de Nuestra Señora del Carmen. A poquísimos kilómetros, en El Bosque, la de Santa María de Guadalupe, o en Grazalema, ya en el corazón de la ruta, la de Nuestra Señora de la Aurora. Pero no por menos monumentales son las únicas que visitar en la ruta. Edificios civiles como el Palacio de los Topetes, en Villamartín, o el Ayuntamiento barroco de Benaocaz, ambos serán también jalones importantes en nuestro viaje.             Pero, aun así, lo que constituye la principal belleza de estas poblaciones, con trazados de sabor árabe, es la blancura de sus casas y la pintoresca arquitectura urbana. Y si queremos descubrir lo que Federico García Lorca calificó de “Cádiz auténtico y entonado” y definió como “íntimamente andaluz”, no podemos dejar de acercarnos a Alcalá de los Gazules. Sus plazas, su trazado y el verde de los alcornocales del entorno constituyen un deleite para el viajero. Y el Gastor, balcón de los pueblos blancos y emblemático enclave.  La rica gastronomía de estos pueblos serranos puede acogernos y restaurar nuestras fuerzas en cualquier punto del camino.   Y mientras disfrutamos del bello paisaje, contemplando alcornoques y pinsapos –una joya de la naturaleza que aquí podemos contemplar- aún podremos observar surcar los cielos con su majestuoso vuelos al águila real y a la imperial, y descubrir posado en las rocas a algún buitre.  Los pueblos blancos, un deleite para la vista y un encuentro singular con la naturaleza privilegiada que los rodea. El viajero no quedará defraudado recorriendo esta ruta que sólo ya en la provincia de Cádiz dará plena satisfacción a su viaje.  
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