Es muy cierto que no hay muchas cosas, actitudes o hechos actuales que no
hayan existido ya anteriormente. Nihil
novum sub sole. Nada nuevo bajo el sol. Nada más cierto. En mi intento de
dar a conocer la iconografía del arte jerezano, y ponerla en relación con los
acontecimientos y hechos actuales, cotidianos, hoy me voy a centrar en un
pequeño relieve existente en la portada de entrecoros de la cartuja de la
Defensión, fuente inagotable de iconografía y de sabiduría. En esta portada,
que separaba el coro de legos del de hermanos, hay toda una serie de
advertencias, visibles por los hermanos legos, hacia los cuales está orientada
la portada, acerca de algunos de los vicios que hay que evitar. Uno de ellos, y
de los más peligrosos, es el de la envidia. Sobre un perro extremadamente
flaco, atributo tradicional de este vicio, se representa la escena de dos
jóvenes desnudos: Caín y Abel, por medio de los cuales se advierte como este
pecado puede llevar al asesinato, siendo a causa de la envidia que se vierte la
primera sangre de la humanidad.
Este es el ejemplo y esta la advertencia. Sin embargo no deberíamos
aceptar los hechos sin un análisis un poco más riguroso de la escena. El texto
del Génesis nos dice que Caín, el primogénito, se hace agricultor, en tanto que
Abel, se dedica a apacentar el ganado. Ambos ofrecen sacrificios a Yahvéh de
sus primeros frutos, pero en tanto acepta de buen grado los presentes de Abel,
rechaza sin ninguna explicación los de Caín, por lo cual éste se entristece,
dado que no había ninguna razón para este rechazo. La reacción, primitiva y
brutal, es el asesinato de su hermano. Es cierto que es una reacción
desmesurada, pero no hay que olvidar que estamos en la segunda generación de
humanos, y aún no habían tenido tiempo de controlar un poco las reacciones y
los buenos modos. Pero lo que es cierto es que Caín no es el responsable de esa
muerte, no al menos de forma directa. El único culpable es Yahvéh, el cual con
su manifiesta injusticia induce a la cólera al joven. No había ninguna razón
objetiva para rechazar la ofrenda, lo que significa que si la rechaza de una
manera arbitraria, está cometiendo una flagrante injusticia, ante la cual Caín
reacciona de una forma impetuosa e irracional.
¿Se puede culpar a Caín por una injusticia de Dios? ¿Si Dios es injusto,
cómo le va a exigir justicia y bondad a los humanos? No parece muy lógico. Por
otro lado, si un dios comete una injusticia, como es palpable en este caso, por
el hecho de cometerla deja de ser dios, ya que imperfección y divinidad son dos
palabras incompatibles.
Lo cierto es que en este caso, el crimen de Caín no puede ser atribuible
directamente a la envidia. No es envidia lo que motivo la acción violenta del
joven contra su hermano, sino la ira, la impotencia contra un poder superior
contra el que no puede hacer nada, contra el que no puede rebelarse, contra el
que no puede luchar. No es envidia, es desesperación a causa de una injusticia.
Y de ese tipo hay tantas…
La envidia es otra cosa, que todos y todas conocemos. Es la zancadilla
del mediocre que no soporta que otro u otra pueda ser mejor que él. Es el acoso
en el trabajo hacia tantas personas, sobre todo mujeres, que ven como jefes
inseguros, mediocres y estúpidos, intentan por todos los medios evitar que
pueda destacar alguien que le haga sombra. Y esto no es difícil dada la baja
estatura mental y moral que poseen estos individuos.
Envidia es cuando te ignoran porque no quieren reconocer tus méritos.
Envidia es cuando algunos parásitos se dedican a difundir bulos y habladurías
sobre otras personas penando en dañarlas.
Creo que todos y todas conocemos alguien capaz de hacer daño por envidia.
Pero quizás, el aspecto más bajo y ruin de la envidia, es la discriminación que
sufre una parte muy importante de la humanidad, más de la mitad, como es el
género femenino, al cual, durante siglos esa otra mitad que llamamos
patriarcado, ha intentado por todos los medios mantenerla apartada de los
puntos de decisión, de conocimiento, de sabiduría, de poder, en definitiva, por
ese miedo irrefrenable a perder su cuota de poder, a no poder hacer frente al
posible conocimiento, o valía de alguien, que consideras inferior, pero que en
el fondo sabes que no lo es.
Esto es envidia, no lo del pobre Caín, una más de las víctimas de Yahvéh.