Envidia

12/03/17 +Jerez Antonio Aguayo
Es muy cierto que no hay muchas cosas, actitudes o hechos actuales que no hayan existido ya anteriormente. Nihil novum sub sole. Nada nuevo bajo el sol. Nada más cierto. En mi intento de dar a conocer la iconografía del arte jerezano, y ponerla en relación con los acontecimientos y hechos actuales, cotidianos, hoy me voy a centrar en un pequeño relieve existente en la portada de entrecoros de la cartuja de la Defensión, fuente inagotable de iconografía y de sabiduría. En esta portada, que separaba el coro de legos del de hermanos, hay toda una serie de advertencias, visibles por los hermanos legos, hacia los cuales está orientada la portada, acerca de algunos de los vicios que hay que evitar. Uno de ellos, y de los más peligrosos, es el de la envidia. Sobre un perro extremadamente flaco, atributo tradicional de este vicio, se representa la escena de dos jóvenes desnudos: Caín y Abel, por medio de los cuales se advierte como este pecado puede llevar al asesinato, siendo a causa de la envidia que se vierte la primera sangre de la humanidad.
Este es el ejemplo y esta la advertencia. Sin embargo no deberíamos aceptar los hechos sin un análisis un poco más riguroso de la escena. El texto del Génesis nos dice que Caín, el primogénito, se hace agricultor, en tanto que Abel, se dedica a apacentar el ganado. Ambos ofrecen sacrificios a Yahvéh de sus primeros frutos, pero en tanto acepta de buen grado los presentes de Abel, rechaza sin ninguna explicación los de Caín, por lo cual éste se entristece, dado que no había ninguna razón para este rechazo. La reacción, primitiva y brutal, es el asesinato de su hermano. Es cierto que es una reacción desmesurada, pero no hay que olvidar que estamos en la segunda generación de humanos, y aún no habían tenido tiempo de controlar un poco las reacciones y los buenos modos. Pero lo que es cierto es que Caín no es el responsable de esa muerte, no al menos de forma directa. El único culpable es Yahvéh, el cual con su manifiesta injusticia induce a la cólera al joven. No había ninguna razón objetiva para rechazar la ofrenda, lo que significa que si la rechaza de una manera arbitraria, está cometiendo una flagrante injusticia, ante la cual Caín reacciona de una forma impetuosa e irracional.
¿Se puede culpar a Caín por una injusticia de Dios? ¿Si Dios es injusto, cómo le va a exigir justicia y bondad a los humanos? No parece muy lógico. Por otro lado, si un dios comete una injusticia, como es palpable en este caso, por el hecho de cometerla deja de ser dios, ya que imperfección y divinidad son dos palabras incompatibles.
Lo cierto es que en este caso, el crimen de Caín no puede ser atribuible directamente a la envidia. No es envidia lo que motivo la acción violenta del joven contra su hermano, sino la ira, la impotencia contra un poder superior contra el que no puede hacer nada, contra el que no puede rebelarse, contra el que no puede luchar. No es envidia, es desesperación a causa de una injusticia.
Y de ese tipo hay tantas…
La envidia es otra cosa, que todos y todas conocemos. Es la zancadilla del mediocre que no soporta que otro u otra pueda ser mejor que él. Es el acoso en el trabajo hacia tantas personas, sobre todo mujeres, que ven como jefes inseguros, mediocres y estúpidos, intentan por todos los medios evitar que pueda destacar alguien que le haga sombra. Y esto no es difícil dada la baja estatura mental y moral que poseen estos individuos.
Envidia es cuando te ignoran porque no quieren reconocer tus méritos. Envidia es cuando algunos parásitos se dedican a difundir bulos y habladurías sobre otras personas penando en dañarlas.
Creo que todos y todas conocemos alguien capaz de hacer daño por envidia. Pero quizás, el aspecto más bajo y ruin de la envidia, es la discriminación que sufre una parte muy importante de la humanidad, más de la mitad, como es el género femenino, al cual, durante siglos esa otra mitad que llamamos patriarcado, ha intentado por todos los medios mantenerla apartada de los puntos de decisión, de conocimiento, de sabiduría, de poder, en definitiva, por ese miedo irrefrenable a perder su cuota de poder, a no poder hacer frente al posible conocimiento, o valía de alguien, que consideras inferior, pero que en el fondo sabes que no lo es.
Esto es envidia, no lo del pobre Caín, una más de las víctimas de Yahvéh.
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