La pobre vaca está
entrando en una grave situación; no digamos que terminal e irreversible pero
las cosas pintan mal para la menesterosa vaca. Y lo peor de todo es que los
veterinarios que podrían ayudarla están a por uvas; quiero decir que están
ocupados en otras gilipolleces, en otros cuentos chinos, en otras estupideces,
sandeces y boberías y no se preocupan por la vaca. Ponen cara de circunstancia,
pero la ponen de perfil, y como tienen una desfachatez y una poca vergüenza que
no hay quien pueda con ella, declaran que la culpa la tiene la vaca por no
cuidarse. Y es que las ubres de la vaca no dan más leche. Se están secando y la
pobre vaca va a morir de inanición. Y el pobre ganadero, a aguantar el tirón
como puede y hasta que pueda seguir aguantando.
En esto estaba yo, dándole
vueltas a la cabeza porque la vaca España
real, no la de los que no paran de crecer mientras la gran parte se
empobrece; a la vez que el gobierno y sus secuaces, ordeña que ordeña, como si
la vaca fuera suya y tuviesen autoridad sobre la salud y la supervivencia de la
vaca; pues como decía, estaba en mi rincón del tabanco dándole vueltas a todo
esto, tratando de no irritarme para que la tensión no se disparase y al final
el que se muera de un telele no sea la vaca sino yo, cuando veo entrar a Manolo
con la cara descompuesta, cabizbajo y, desde luego, más mustio que un tiesto de
geranios al que no riegan desde el verano pasado. Se ha jubilado hace pocos
meses y desde luego no hace honor a su nueva situación, porque cara de júbilo,
lo que se dice cara de júbilo, no trae. Se acerca al mostrador del tabanco y
más que apoyarse en él, casi se derrumba sobre él. El dueño del tabanco se le
acerca.
-Pero, ¿qué te pasa,
hombre, que vienes con una cara…?
Yo lo miro desde mi mesa
y, desde luego, trae una cara que hace la competencia a cualquier condenado a
muerte que espera en el corredor… pero más cabreado que abatido.
-¿Qué cara quieres que
traiga?
-Pues ya me dirás tú.
Parece como si te hubiese sentado mal la jubilación.
Y es que Manolo ha
comenzado a hacer cálculos, a escuchar las declaraciones del Gobierno, y el
miedo, más bien el terror, se le ha metido en el cuerpo. Y no le falta razón.
-Así que no sé si es
bueno eso de que crezca la esperanza de vida. Estamos en 87 y 88 años, pero lo
malo es que seguirá subiendo. Y como yo dure mucho, mi pensión no va servir ni
para pagarme un bocadillo de mortadela diario. Por el contrario suben los
impuestos, suben la electricidad y los servicios básicos, la Ministra de
Sanidad nos asusta con un copago en las medicinas que los jubilados –cuya salud
se va deteriorando a medida que pasan los años- no podremos pagar…
No sé si seguir
escuchando a Manolo corriendo el peligro de una depresión de caballo, o volver
a estos papeles. Pero la vaca sigue dando leche sólo para los de siempre. Y si
no que se lo digan a los directivos de las Eléctricas. Tienen ahora leche de
sobra y la seguirán teniendo cuando se jubilen. Los demás, a los que ahora se
nos hace gravoso el pagar la factura de la luz, seguiremos costeando estas
indecencias, paseando esa cara desencajada de Manolo y aguantando a estos
políticos que no ponen solución a todo esto. El dueño del tabanco le dice a
Manolo que no se preocupe, que “a vivir que son dos días”. Lo malo es que como
en vez de dos sean cuatro, los dos últimos van a ser de economía de guerra.