Cuando Goya realiza este dibujo contaba aproximadamente con ochenta años de edad. Huyendo de la
opresión del régimen absolutista del rey Fernando VII, emigra a Burdeos con el
pretexto de buscar un remedio para sus males en las aguas termales de dicha
ciudad. Francia se le muestra como un oasis de libertad, tras la dura etapa que
ha vivido en España, donde la Inquisición, por su ideología afrancesada y liberal
le ha venido siguiendo los pasos, debiendo recluirse en un auténtico exilio
interior, acentuado además por su sordera, que le lleva a la realización de las
incomparables Pinturas negras, durísima
crítica a la España que le había tocado vivir, y que constituyen un auténtico
grito de rebeldía contra la opresión absolutista, no destinadas a ser vistas,
pero que suponen una válvula de escape a su ansia de libertad.
Establecido en Burdeos, donde el color volverá por fin a su obra en la
maravillosa Lechera de Burdeos, Goya
entra en contacto con las nuevas técnicas de grabación que se están
desarrollando y que él, hasta ahora, desconocía, como es la litografía. El
dibujo Aún aprendo, realizado con
lápiz litográfico, y de hondas resonancias emblemáticas, representa a un
anciano, de luengas y blancas barbas, que caminando lentamente, apoyado en dos
cayados, sale de la oscuridad, dirigiéndose hacia la luz. No se trata
exactamente de un autorretrato, sino más bien un retrato alegórico de lo que ha
sido su vida, como artista y como persona.
Esta imagen de Goya, como el eterno aprendiz, como el constante buscador
de novedades, como el perfecto inquieto, que huye de la monotonía y la
ignorancia, creo que puede ilustrar perfectamente la idea del ser humano,
inteligente, capaz, que en un constante proceso de aprendizaje, busca su
reafirmación como persona. Es la inquietud, la curiosidad, el instinto de
husmeo, lo que nos diferencia de los animales, basados en el simple instinto,
que se limitan a repetir lo ya sabido y transmitido de generación en generación.
Si esto es así, ¿qué está pasando en nuestra actual sociedad, que los jóvenes
no se sienten atraídos por el estudio y el conocimiento? Leía en la prensa hace
unas pocas fechas que un profesor ha dirigido una carta a sus alumnos explicándoles
el por qué de sus suspensos, y reflexionando sobre la falta de esfuerzo que
muestra toda una generación de estudiantes, que considera que el estudio es un
castigo, y que prácticamente el profesor ha de darle las gracias a su alumnado
por estudiar. El profesor, hacía una reflexión que me pareció muy profunda, y
es que la vida no tiene recuperación. Las oportunidades no se repiten. Cada una
de estas ocasiones que se desperdician es una pérdida irrecuperable.
Parece mentira que en estos tiempos de dura competitividad en los
trabajos, donde cada vez se requiere una mayor preparación y cualificación, nos
enfrentemos al hecho de que en todos los órdenes de la vida se esté buscando el
no tener que realizar esfuerzo. Los alumnos y alumnas no pueden llevar tarea
para casa. No hace falta estudiar. Lo que se les explica en clase no precisa un
aprendizaje posterior, no necesita una reflexión, una maduración, un esfuerzo,
en definitiva. Todo tiempo de aprendizaje ha de ser lúdico, no ha de representar
el menor esfuerzo para el alumno, y el profesorado, parece ser que ha de
convertirse en un mero animador cultural.
Lo único que realmente nos hace libres es el conocimiento, pero este ha
de adquirirse con esfuerzo, con voluntad. No puede aspirarse a obtener una
sabiduría, una capacitación, sin el esfuerzo de buscarla. Es necesario adquirir
el hábito de pensar, pero para eso se precisa voluntad. ¿Qué o quien nos ha
llevado hasta este punto? ¿Por qué se nos ha abocado a una situación que a
estas alturas parece casi irreversible? Es evidente que no es ajena a esta
situación las leyes de educación que potenciaron el paso de nivel, la promoción
de curso, con varias asignaturas, abocando a un alumnado, muchas veces
desmotivado a llegar a una edad en la que ya no podrían recuperar un tiempo
perdido. Pero, vuelvo a preguntármelo, ¿por qué se ha promovido semejante aberración?
Ante esta pregunta solo caben dos respuestas: o bien el legislador que ha
impulsado las leyes no tenía conocimiento de lo que debe ser una formación y
una educación, o bien, y esto creo que es más peligroso, ha sido una ignorancia
buscada y deseada. Es más fácil gobernar a un pueblo ignorante que a uno que
esté preparado.
Me gustaría pensar que aún estamos a tiempo de concienciar a las nuevas
generaciones, y que abandonando la actual tendencia de desidia y abulia, se
retome el peligroso hábito de pensar, y todos, como Goya, podamos decir en cualquier
momento: Aún aprendo.