Maquiavelo gana la batalla 500 años después

Fue del todo casual y ni siquiera yo participaba en la conversación que oí al azar. Dos maridos aburridos esperaban delante de mí en la cola de un supermercado, charlando entre ellos mientras sus respectivas esposas depositaban en la cinta de caja la compra. No sé de lo que hablaban, pero hubo una frase que oí con nitidez: “Si fabricase jabón anti grasa para el pelo, lo haría de forma que al dejar de usarlo produjese el efecto contraría. ¿No me digas que no es una buena idea para que no fracasara el negocio?”. Y soltó una carcajada, a la que correspondió el amigo. Naturalmente bromeaban. En honor de los fabricantes de jabones, me volví hacia otro lado para no seguir escuchando. Pero no fue el ejemplo lo que me importaba, era el fondo del razonamiento. Maquiavelo había ganado la batalla en la conciencia de la gente de a pie. El fin justificaba los medios. Lo importante para estos dos señores era que el negocio fuera bien, y no el bienestar de la gente a cuya higiene pretendían servir. Y no es que estos señores fueran menos honestos que yo, ni más malos, o peor intencionados. Ni mucho menos. Es que todos comenzamos a actuar como aconsejaba Maquiavelo. Él nos ha ganado la batalla, a pesar de mucha gente de honor que conozco y que lucha por lo contrario, incluso a precios demasiado altos. Es una pena que 500 años después –y la provocadora de mi reflexión era una simple anécdota- oriente nuestra vida, y gane la batalla también en la cola de una caja de supermercado.