La mala uva

30/12/16 +Jerez Juan Félix Bellido
Me imagino ya el escenario: con la última uva atragantada en mitad de la garganta, me llueve una catarata de felicitaciones. El móvil se disparata y los WhatsApp no paran de inundarlo. Lo de todos los años. Feliz Año Nuevo. ¡Qué más quisiéramos todos! Pero es que hace un par de minutos no era Año Nuevo. Era la despedida de un 2016 que nos tenía ya hasta la coronilla, con dos convocatorias electorales donde lo más grave no era tener que ir dos veces a votar, sino la de aguantar unas campañas electorales cuyo coste era más caro que ir a ver una película de Cantinflas pero mucho menos divertida. Y la condena de tener que oír a nuestros políticos decir “digo” para tener que volver a escucharlos después decir “Diego”. Y, ya digo, antes de atragantarme con esa uva maldita con la que año tras año me atoro en la quinta campanada, a escuchar los balances del año, que son más para echarse a llorar que para cerrar con colofón ameno un año que no ha hecho sino entristecer el panorama mundial, con guerras, atentados y corrupción política, cuando no de inoperancia y malas artes.  Con las plazas blindadas para que nuestra diversión no se achicharre con algún camión asesino que irrumpa en ellas y entonces sí que el atragantamiento de uvas pueda convertirse en letal. Y nuestros políticos diciendo tonterías para aguarnos la fiesta. Menos mal que el cava iba ya haciendo efecto y ni siquiera les hacíamos caso. Que no sé si es mejor no hacerles caso que hacérselo. Porque, desde luego, las paparruchas han inundado las pantallas este fin de año en el que supuestamente tendríamos que estar más contentos por algo que los de arriba llaman la ansiada estabilidad. Estabilidad, ¿para quienes? Desde luego, y aunque lo anuncien como un logro para tirar cohetes, lo de la subida del 0,25 por ciento a los pensionistas, cuando el IPC ha subido un 1.5 debe ser motivo de jolgorio para los jubilados, vamos que tienen que estar que se salen. La mayoría va a conseguir poder derrochar 2 euros más al mes. En fin, que como los Reyes Magos no nos traigan una hornada de políticos más sensatos y de ciudadanos que se lo piensen más de dos veces antes de votar, esto seguirá siendo una merienda de negros, o de blancos apoltronados en los escaños del poder. Ojalá que la uva pase bien la garganta, de una vez y aunque fuese entre toses, y cuando pusiésemos ese último, o ese primer mensajito en el móvil, se produjera el milagro del “borrón y cuenta nueva”, y 2017 fuese un poco –y no pido mucho- más justo, más esperanzador, con menos canalladas, más sensatez y más conciencia. En fin que, vamos a desearnos Feliz Año Nuevo, pero sabiendo que tenemos otros 365 días para hacerlo posible, lo demás es cuento chino, cantos de sirena que duran mientras dura el eufórico engaño de las campanadas. Eso, ¡y a pasar la mala uva! y que ese cuaderno en blanco se vaya llenando de mejores noticias.
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