Harto ya de “pestiños” sin miel

16/12/16 +Jerez Juan Félix Bellido

Estoy saturado ya de zambombas y pestiños y aún quedan unas semanas para la Navidad; y es que este pueblo nuestro, cuando se trata de festejos y celebraciones, aplica la octava con sentido retroactivo. Y aquello de que todos los santos tienen la suya se cumple a rajatabla, antes o después de los festejos. Así que, con el fin de dar descanso al cuerpo, entonar la garganta para la próxima serie de villancicos y enjaretar una lista de presuntos destinatarios de las felicitaciones navideñas de este año, me he venido en busca de refugio a mi habitual rincón tranquilo del tabanco.            

Delante de la mesa en la que suelo redactar estos artículos, dudo entre escribir una carta a los Reyes Magos –que terminarán por llegar, como todos los años, cuando la saciedad de pestiños, turrones y mazapanes, supere el límite – o escribir para mis pacientes y abnegados lectores una felicitación navideña –que bien se merecen- llena de buenos augurios y de no menos excelentes propósitos, que en fechas así brotan generosamente. Cómo generosamente, por arte de birlibirloque, va desplumándose nuestra tarjeta de crédito ante la mirada anónima de las cajeras de los hipermercados, de las grandes superficies y de las tiendas, transformando euros en deseos de felicidad envueltos en papel de regalo, a medida que la fiebre festiva avanza con paso decidido hacia la nochebuena.            

Al final, navegando en un mar de dudas, me he decidido por la felicitación y cuando me he venido a dar cuenta estaba ya manejando una serie de textos en busca de uno con el que dar contenido a mi postal navideña. Huyendo, como siempre, de los lugares comunes, y de las acarameladas frases de siempre, me he internado por viejos escritos, en su mayoría desconocidos, y que mis lectores saben que me gusta manejar para rescatar la memoria y gozar de nuestro patrimonio escondido. Y hete aquí que, cuando indolente pasaba las páginas de un viejo amigo-libro, gastado por el uso, mientras cavilaba, soñaba o qué se yo, en cómo nos luce el pelo a los andaluces cuando desparramamos y así sacar dos ideas para mi particular carta a los Reyes Magos, me salta  a la vista un párrafo de otro paisano nuestro, Ibn  al-Jatîb. Nació en Loja en 1313 y, desde luego, fue el más grande historiador que tuvo el reino de Granada. Y, como gran estadista, que también lo era, describe aquella época de taifas con sobrada maestría.            

“La gente de Al-Andalus –dice el texto en cuestión-  acabaron en la discordia, desunión y separación, de un modo desconocido en la historia de cualquier otra nación, a pesar de la peculiaridad del país [...]. Ninguno de ellos poseía [el derecho] de herencia al califato, una pretensión razonable al emirato, una ascendencia notable por su valor, o alguna de las condiciones necesarias para el imanato.  Y como el que está leyendo la crónica política actual, leo: “[A pesar de todo esto] convirtieron  regiones en sus feudos, se repartieron entre sí las grandes ciudades, recabaron impuestos de distritos y ciudades, fundaron ejércitos, nombraron jueces, y adoptaron títulos. Distinguidos autores escribieron acerca de ellos, y los poetas los alabaron. Archivaron sus colecciones de poesías. Se hicieron testamentos otorgándoles el poder de gobernar. Los eruditos esperaron  a sus puertas, y los sabios buscaron sus favores”.            

“[Eran de diferentes clases]: plebeyos, beréberes importados, odiados reclutas, gentes negligentes y anodinas. Algunos se conformaban con ser llamados rebeldes y no optaban por la justicia. Los más competentes de entre ellos decían, “yo mantendré lo que poseo hasta que su justo heredero sea nombrado”. Sin embargo aunque el propio [califa de Damasco] hubiese aparecido, no le hubiera aceptado ni encontrado nada bueno en él”.  

O sea, que seguimos en los mismo, pues “con todo esto conseguían amplia tregua y permanecían. Dejaban legados. Sin embargo, se engañaban a sí mismos con títulos como: “fiel”, “defensor”, “agradable”, “afortunado”, “competente”, “conquistador”, “paladín”, “victorioso”, “vencedor”, e “íntegro”. Como diría el poeta: Lo que más detesto en Al-Andalus son nombres como / “defensor” y “fiel”,/ apelativos de reinos inexistentes / como cuando el gato ruge imitando al león"”.            

Me he reprochado el haber permitido que entrara en estas líneas Ibn al-Jatib, porque me aguó la fiesta de la felicitación navideña a mis lectores y convirtió estas columnas en una especie de aviso a navegantes, así que dejé a un lado el escrito, le puse un par de líneas a los Reyes Magos, pidiéndole que repartieran a raudales la convicción de que la Historia es maestra digna de tener un espacio en nuestro aprendizaje. ¡Qué bastante regalo sería ese! Y, a la postre, como es tiempo de Navidad, me hice el firme propósito de seguir tejiendo en estas líneas, con las fibras más hermosas y los colores más vivaces y sólidos. Tejiendo, dije, sabiendo la palabra que empleaba. Y así romper el tópico del tejido rasgado como si ésta fuera afición común. Ríos revueltos y tejidos rasgados nunca sirvieron para que nuestros pescadores consiguieran más pesca, ni para vestir a nadie. La Navidad está a las puertas y desear lo mejor es desear que esta tierra mía y de todos ande de una vez, a pesar de sus dirigentes. ¡Que vaya como está el patio en esta Jerez de nuestras penas y de nuestros amores!

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