Nuestro litoral, riqueza antigua

01/12/16 +Jerez Juan Félix Bellido
En este tiempo de tregua, entre la lluvia y la cercana Navidad, leo a Estrabón, como leo a otros clásicos y me recreo repasando la segunda parte de su libro III de Geografía. Aquella Bética Romana. Hay un estupendo capítulo que dedica a nuestro litoral. Un escritor proveniente del Ponto y que redactó sus libros en el siglo I. Gracias a él tenemos abundantes noticias de lo que entonces se conocía de estas tierras. El capítulo dedicado a nuestras costas y a sus riquezas es estupendo y caminando por nuestros mercados, por nuestras lonjas y por nuestros puertos pesqueros, encontramos la razón antigua de tantas riquezas. Para muestra, basta este botón: “En todo el mar exterior sobresale la cantidad y el tamaño de todo tipo de ostras y almejas, pero especialmente allí, porque las pleamares y las bajamares son mayores, y es lógico pensar que sean las responsables no sólo de la cantidad sino también del tamaño a causa del ejercicio que provocan. Algo similar sucede con respecto a todos los cetáceos, orcas, ballenas y cachalotes (cuando exhalan el aire producen a los que miran de lejos la visión de una columna nebulosa). También los congrios parecen monstruos, ya que sobrepasan el tamaño a los que se encuentran en nuestras regiones, y también son mayores las morenas y el resto de estos peces… También es grande el número de atunes que confluyen aquí procedentes del resto del litoral exterior; son gordos y gruesos. Se alimentan de la bellota de una encina que crece en el mar, completamente a ras de fondo, y que produce un fruto muy voluminoso (este mismo árbol crece también  con mucha abundancia en la tierra de Iberia, con raíces grandes como las de una encina crecida, en cambio su tronco es menor que el de una pequeña); produce un número tan grande de frutos que tras su maduración tanto el litoral de más acá como el de más allá de las Columnas está repleto de los que arroja allí la marea; pero de la parte de más acá de las Columnas es siempre más pequeña y se encuentra en mayor abundancia […]. “[…] este animal es como un cerdo que habita en el mar, pues le gusta la bellota y engorda particularmente con ella y así, cuando hay abundancia de bellotas, también hay abundancia de atunes”. Nuestro mar y sus frutos, los atunes, nuestras almadrabas… Algunos de estos frutos cuya riqueza se conocía desde antiguo, ya han sido esquilmados de nuestras costas. Razón de más para mirar esta mina de riquezas con otros ojos y tratarla con el cuidado que merece. En este tiempo, en el que más nos acercamos a sus playas, pensar en estas descripciones de Estrabón, simpáticas en algunas de sus comparaciones, nos hacen reflexionar sobre nuestra pesca y la contaminación de nuestros mares. Como el mismo Eslabón también afirma, exportábamos ya entonces, salazones a Roma, elaborados en nuestras costas. El que tuvo retuvo, pero no podemos descuidarlo. El futuro de nuestros mares está también en nuestras manos. Ellos nos devuelven su riqueza desde los mostradores de pescado de nuestra plaza de abasto, y en estas noches de zambombas en el tabanco, desde los platos que devuelven a nuestro paladar el sabor de la mar convertido en ricos alimentos.
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