De afición deportiva a campo de batallas

03/11/16 +Jerez Juan Félix Bellido
Desde los tiempos de Carlomagno, si echamos una ojeada a la historia de Europa, nos damos cuenta de que ésta ha sido un continuo campo de batalla. A mamporrazos hemos vivido los unos con los otros. Y no eran rifirrafes de poca monta. La guerra de los 100 años, la de los 30 años, las guerras napoleónica, por mentar algunas y, desde luego, la primera y segunda Guerra Mundial. Europa no ha sido una familia bien avenida por mucha literatura que se le eche al hecho. Más bien ha sido una tierra de tensiones. Y este viejo continente ha sido a lo largo de la historia, tierra de cultura, es verdad, pero también sangriento campo de batalles, a veces explícito y a veces soterrado. Pero al final de la Segunda Guerra Mundial, donde parecía que gracias a la visión humanista y positiva de algunos grandes europeos, se comienza a fraguar la Unión Europea y allí nos relajamos y dijimos “hombre, por fin, ahora estamos todos en el mismo bando”.  Pero las malas yerbas,- y llevábamos demasiados siglos cultivándolas- hay que arrancarlas de raíz para que no vuelvan a crecer. Y en este caso se necesita una amplia y profunda labor de educación, de cultura y de apertura de mentes; de superación de viejos prejuicios. Y, por lo visto no se ha hecho lo suficientemente bien. Y ahora, para desahogar esos instintos cainitas, se aprovecha el deporte para que unos y otros se den de tortazos en nombre de unos colores deportivos. Porque vaya ejemplito que está dando la Champions League, y sobre todo la banda de vándalos que se han cultivado en el seno de algunos clubes de futbol y aprovechando unos colores deportivos.  Los encuentros europeos de fútbol son cada vez una muestra más de falta de civismo, de odio camuflado y de bestialidades. Ya no hay partido de fútbol que no lleve consigo una carga de violencia insoportable. Lo que debería ser un enfrentamiento deportivo, divertido y noble, llenan a las ciudades en las que se celebran de violencia, de detenciones, de destrozos, y de vandalismo. Ya digo, situaciones que deberían ser de encuentro, se convierten en situaciones de desencuentros y de temor. Hay que cerrar campos, hay que desplegar efectos policiales tremendos y  pedirle a Santa Rita que la sangre no llegue al río cuando desembarcan en una ciudad estos grupos de hooligans. ¡La cultura europea! Aquí hay alguna asignatura que se nos debió olvidar poner en los programas de estudios, algunos contenidos humanistas que se nos quedaron por el camino y algunos virus de intolerancia e intransigencia que no hemos logrado vencer con las vacunas.  La Europa de las continuas guerras renace ahora con otros matices que pueden ser semillas de otras actitudes. Algo habrá que hacer para recuperar  el espíritu que Beethoven puso dentro de aquella sintonía que los europeos terminamos por adoptar como himno propio: la Novena.
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