El año de 1993

01/11/16 +Jerez Antonio Aguayo
En 1975, un año después del triunfo de la Revolución de los Claveles y la consiguiente caída de la dictadura Salazarista, José Saramago publica este libro de poesía, muy poco conocido en España, por alejarse del formato narrativo de sus grandes obras.
Desde 1947 en que había publicado su primera y juvenil obra Terra de pecado, Saramago tan sólo había publicado un par de libros de poesía, muy alejados de su temprana obra. En el medio había escrito una obra, Claraboya, no publicada hasta después de su muerte. Este largo silencio, motivado por no tener nada que decir, como solía comentar con ironía el propio autor, será interrumpido definitivamente por un libro de relatos cortos, Casi un objeto, en el que dos de sus cuentos están muy relacionados con este que hoy queremos comentar.
El año de 1993, es un libro compuesto de 30 poemas, no escritos en versos a la usanza. Son pequeños párrafos en los que una prosa poética, dura, cortante, concebida como auténticos hachazos, con frases cortas, que expresan ideas muy nítidas, dispares aunque interconexionadas. En estos poemas se describe de una forma atroz y sin concesiones la existencia de un pueblo, de una tribu, que vive sometida por la tiranía de unos opresores-invasores deshumanizados, que intenta reducir a los habitantes a un estado cercano a los vegetales. La cultura les es negada, incluso comienzan a desaprender a leer.
Toda la vida de esta tribu sometida es regida por unos ordenadores que se alimentan de carne humana, pero en cuyos circuitos no pueden entrar neuronas provenientes del cerebro humano, cosa que al final sucede, iniciando un cambio, que desembocará en la derrota de los invasores.
El primer signo de que algo cambia es cuando un árbol se abre para permitir la entrada en su interior de dos amantes, que se cobijan bajo sus ramas. La sabia del árbol se mezcla con la sangre de los amantes, dando lugar a un cambio sustancial.
La lectura de este libro no es fácil, no hay concesiones al lector. No se busca agradar, sino concienciar al lector del peligro de la dictadura, similar a la que acaba de caer, pero que siempre va a estar acechante.
Este libro hay que relacionarlo con uno de los relatos de su siguiente libro, Casi un objeto, publicado dos años mas tarde. En Cosas la situación es similar, casi idéntica, pero carece, según mi opinión, de la fuerza dramática y la ferocidad poética de El año de 1993.
La estructura de los poemas, los trazos duros y crueles de Saramago recuerdan la obra de Goya, Las pinturas negras. Aquí como allí, en ambos casos, son cuadros, poemas aislados, que su conjunto narran el horror de la dictadura, de la tortura, de la ignorancia, del sufrimiento de un pueblo.
Acostumbrados como estamos al estilo narrativo de Saramago, de largas frases, en las que las figuras retóricas, las metáforas, las disgresiones, son la esencia de la escritura de Saramago, sorprende el estilo cortante y cortado de esta poesía sin rima, casi sin versos, que intenta llegar al lector directa no sólo al corazón, sino también al cerebro, haciéndonos conocer, aprender, interiorizar, que quede impreso en nuestro ADN, lo terrible e inhumano de la dictadura, la cual, sea la que sea, trata de reducir al ser humano, y sobre todo a la mujer al estado de cosa.
Es curioso en este sentido el dato de que entre los invasores no hay mujeres, al menos no se habla de ellas, mientras que entre los habitantes de la tribu si las hay, siendo violadas sistemáticamente, como un medio mas y efectivo de represión. También la reacción vendrá por parte de las mujeres, castrando a los violadores con sus vaginas, una vez violadas.
Esta será una de las características de Saramago a lo largo de su obra. Las mujeres siempre son fuertes. Tal vez los hombres sean mas reales, mas humanos, pero el futuro, para Saramago, siempre pasará por las mujeres.
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