Pagar los platos rotos

31/10/16 +Jerez Juan Félix Bellido
El cielo está emborregado, quién lo desemborregará, el buen desemborregador que lo desemborregue, buen desemborregador será. Lo malo es encontrarlo. Porque contar nubes creo que hay quien lo haga, pero desemborregar el cielo no parece que esté dispuesto a hacerlo nadie. Y emborregado sigue. Así que habrá que armarse de paciencia, no creer en los cuentos de sirenas y ver si estos señores que nos gobiernan caen del guindo y deciden meter mano en el asunto antes de que los ciudadanos se harten de ellos y de sus trompicones y digan hasta aquí hemos llegado. Ya se acabó la interinidad del gobierno. Pero no quiere decir que empiece la estabilidad. Aquí el que ya haya jurado el presidente del gobierno no es mano de santo. Ahora hay que ponerse a trabajar y dejar que los órganos competentes sigan tirando de la manta, “caiga quien caiga, ea, pese a quien pese”, que diría el clásico. Y se encuentre lo que se encuentre debajo de la alfombra. Si malo era dormirse en los falsos laureles de una cama, calentita para algunos, peor va a ser el resfriado que vamos a pillar todos y, sobre todo, mala pinta tiene la perspectiva de quién pagará después las medicinas. Porque tirar de la manta, hay que seguir tirando. No queda más remedio. Por el bien de la Democracia y del Estado de Derecho. Y, claro, sucede como al levantar la alfombra: toda la suciedad acumulada a escondidas termina por verse y, lo quieras o no, llega un momento en el que hay que limpiarla si no queremos convertir el salón de la casa en un vertedero.             En ello andábamos hoy en el tabanco. Hacía calor y apetecía refugiarse en su sombra. En el patio, que es como la rebotica de este santa santorum,  y que está a la espalda del tabanco, con parra reverdecida y suelo de albero nos reunimos los de siempre, y no había modo de cambiar de tercio. Cuando no era la Gürtel, era lo de los ERE o lo del Ayuntamiento de Valencia, o lo de las facturas de no sé qué, las comisiones de no sé cuantos, y este Ayuntamiento en ruinas que le pesa como una loza a toda la ciudadanía. En fin que el pobre Antonio se iba calentando por minutos. “Yo es que ya no me fío ni de mi sombra”. Y no había quien le convenciera de que al igual que no todo el monte es orégano, tampoco todo el campo es cizaña. Pero, no había manera. “Y es que, ¿quiénes son estos personajes que gobiernan nuestras vidas?”. Se encendía Antonio, su cuello se hinchaba, las venas se le dilataban y arremetía con todos. Así que dejé mi copa de oloroso a medio consumir y me volví a mi casa.             De vuelta intenté recuperar el aliento, dedicándome a mirar escaparates. Porque la punta del iceberg no es más que la punta, desgraciadamente, y es mejor ni mirarla. Vista a otro lado y a tirar para adelante, esperando que no se caiga el tinglado y, en todo caso,  que seamos lo suficientemente tontos como para creernos por enésima vez el cuento de caperucita roja sin descomponer el gesto, por el bien de todos, como decía Felipe. Cuando se me acaban los escaparates, me retumba en la cabeza, como me retumban las sienes cuando me agito, las preguntas de mis contertulios.             ¿Y quién va a devolver el dinero robado, las esperanzas rotas y el siete que se ha hecho en la tela política? ¿Quién paga ahora los platos rotos?                     Y es que cuando me pasó otra vez por la cabeza, toda la corrupción acumulada me vinieron ganas de huir a algún interesante libro que me librara de mis pesadillas. ¿Qué es antes, el huevo o la gallina? Es decir, ¿quién es más culpable, el empresario que paga la comisión o el político que la admite con supuesta complacencia, quién lo sabe y se calla? ¿O la estructura que permite todas estas sinvergonzonerías para que unos se beneficien y otros tengamos que comulgar con ruedas de molino? En fin que como no tenía más capacidad de digerir preguntas, y éstas son sólo producto de una mente desmañada como la mía, me marché a mi casa a dormir. Fue inútil, estuve la noche en vela. Y la tonadilla infantil que no se me iba de la cabeza: El cielo está emborregado, quién lo desemborregará, el buen desemborregador que lo desemborregue, buen desemborregador será
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